Dedicado a todos los artistas que anhelan que su talento sea descubierto
Para cuando lean esto ya habrá transcurrido casi la mitad de enero del 2023 pero no por ello seré omiso en externarles mis mejores deseos para este nuevo ciclo. Sí, hay quienes dicen que nada cambia, pero hasta los bancos hacen sus cortes para reorganizar y establecer nuevas metas, así que espero no sea distinto para ustedes. Expresada la felicitación, les comparto el primer trabajo del año.
Entre las actividades que desempeño cotidianamente se encuentra el ser músico y puedo decir con orgullo que tengo poco más de diecisiete años en esta maravillosa aventura. Aunque mi camino es muy corto, comparado con el de muchos talentosos colegas, he aprendido y observado muchas cosas no sólo de la música sino del arte, entre las que destaco la tarea casi imposible de generar un público creciente, de crear en las personas un vínculo permanente más allá del escenario.
Debo decir que el trabajo de este mes tiene un tinte casi personal aunque también estoy seguro (aunque suene presuntuoso) que es el sentir de muchos artistas que buscan una oportunidad, como en cualquier trabajo, con la desventaja que en el arte llega a ser no remunerado. Un lugar a cambio de nada; incertidumbre con ilusión de fama. Digo incertidumbre porque mantenerse en el camino sin desertar es más difícil de lo que puede pensarse, es decir, en más de una ocasión llegan preguntas que nublan el ingenio y la perseverancia ¿Mi música es suficientemente buena? ¿Acaso la coreografía es irrelevante? ¿Mi obra es una copia destinada al fracaso? Son pausas indeseadas, decisivas y necesarias, aunque también peligrosas pues más de uno ha olvidado sus sueños en un vacío más profundo que la propia causa. Eso es injusto.
No sólo es algo que atañe a los artistas como principales interesados, sino al público mismo, pues la vida del arte depende (aunque románticamente digamos que no) de quienes lo admiran y difunden. Así es como llego al problema del que quiero hablar hoy: La difusión del arte.
Hoy en día, con los avances tecnológicos, redes sociales, plataformas digitales y la enorme facilidad de acceso a contenidos, teóricamente cualquiera podría hacerse famoso o al menos crearse un grupo fiel de seguidores que acudirían a cualquier exposición, concierto, muestra, evento o lo que sea ¿Cierto? Lamentablemente no, en realidad dista de ser la normalidad del grueso de artistas que, entre reacciones, “likes” y emoticones, aspiran a que un porcentaje, por mínimo que sea, se identifique y difunda a consciencia su obra y, con algo de avaricia, a que se personifiquen en un recinto. Vaya desafío.
Hay una especie de apatía, renuencia, aversión (o qué sé yo) en la gente, algo que causa desinterés sin haber intentado siquiera conocer un poco del trabajo de los artistas, de haber escuchado por más de un minuto una canción que quizás se convierta en su favorita, de cambiar un fin de semana de rutina para apreciar una coreografía contemporánea, de leer durante veinte minutos un libro (O un artículo, valga la ironía); en fin, de haber intentado entender el arte en otras expresiones cuando estas tienen un rostro distinto a la fama consolidada, a la tendencia, al marketing e incluso en la pereza de enfocar la atención más allá de 10 segundos. Hoy día parece que no sólo la moda es rápida y desechable, sino el interés y gusto por conocer algo nuevo en el arte e incluso en otras cosas.
Aunado al desinterés, por si no fuera suficiente para hacer difícil la lucha, existe una suerte de contradicción entre el no querer conocer algo nuevo y el hecho que un artista que logró encumbrarse difunda en mayor magnitud su obra. En palabras coloquiales, al público le desagrada que su artista favorito “se vuelva comercial”, o que no se mantenga en el denominado underground, como si automáticamente estuviera asociado a la pérdida de valor de su trabajo creativo o implicara un sacrilegio, aun cuando no hacerlo implica dejar enterrados años de trabajo (Sí, en un sentido distinto al under). Como en cualquier trabajo, a todos les agrada un ascenso así como tener voz y voto ¿Por qué tendría que ser distinto para un artista? La gente puede ser inconsciente y cruelmente inicua desde la butaca. Los artistas dependemos de la difusión, de ser “comerciales”, nuestra labor está vinculada con la publicidad, con el alcance que cada obra tiene entre las personas.
Entre la contradicción que lo anterior implica y la necesidad que tenemos los artistas de progresar en nuestra carrera, se encuentra el tiempo que condiciona lenta pero certeramente la probabilidad de éxito. Si bien no es una sentencia definitiva, lo cierto es que a medida que se extingue la vida con el paso de los días, disminuye la posibilidad de lograrlo, porque guardan una melancólica correlación negativa. Devenir, como posibilidad de llegar ser, a final de cuentas.
Amén de no extender más el texto, no me queda más que pedirles que, en nombre de todos los artistas que anhelan difundir su obra, contribuyan a cambiar esta difícil situación que se vive en el gremio, en ustedes está el abrir las puertas a nuevos talentos que esperan ser descubiertos para perdurar; busquen nueva música, pintores, bailarines, fotógrafos, cineastas, lean libros de escritores en ciernes, etcétera; den una oportunidad a lo desconocido, acérquense al trabajo construido con sueños; sean el cambio de la mala concepción de ser comercial por el de una difusión justa y merecida. El arte es tan vasto que una vida no alcanza para conocerlo; sin embargo, para disfrutarlo en su máximo esplendor posible, sólo hace falta el querer hacerlo.
“¿Qué sería de la vida si no tuviéramos el valor de intentar cosas nuevas?”
-Vincent van Gogh
EDUARDO VILLALOBOS
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Licenciado en derecho y licenciado en economía graduado con mención honorífica por la Universidad Nacional Autónoma de México; es músico egresado de la Escuela de Iniciación Artística número 1 del Instituto Nacional de Bellas Artes, y autor del poemario “Cartas a la Lluvia”. Actualmente, es maestrando en finanzas, por la Universidad del Valle de México.
Correo: mevo_vook@hotmail.com FB: Edward Wolvesville