Reflexión de fin de año: Vida para hacer arte, arte para tener vida. Por Eduardo Villalobos

Reflexión de fin de año: Vida para hacer arte, arte para tener vida

Dedicado a quienes ya no están pero viven a través de su obra

 

Desde niño estas fechas, las de fin de año, me hacen sentir diferente. Hay algo en el ambiente que causa una mezcla de nostalgia con anhelo; un cruce del pasado con el futuro, justo cuando el momento se presta para agradecer este instante tan perfecto, peculiar y efímero que es el presente. La navidad está en puerta, también el fin de año y los primeros segundos de lo que será una nueva aventura, según marca el calendario inventado por los humanos, al menos para los que vivimos en occidente.

 

¿Qué es lo que cruza por mi mente al plasmar estas palabras? Diría que gratitud, por la oportunidad de continuar en este plano, con ideas, sueños y, por qué no, una que otra frustración para ponerle emoción a lo que me quede en esta tierra y lo que tengo por hacer. Así, con este mar de emociones, escribo no sólo para reflexionar sobre el porvenir, sino por aquellos que ya no están y, por gracia divina, trascendieron. Hoy escribo en memoria de todos los artistas que se fueron, pero que perduran a través de su legado de sonidos, formas o colores.

 

Hace falta vida para crear suficiente arte que exprese el genio del artista que evoluciona cada día, con cada experiencia que alimenta sus ideas, sus emociones y abstracciones. Una vida no basta para llegar a lo más hondo de su mente, pues con cada obra la profundidad crece y crece, más allá de lo evidente. El artista tiene el tiempo en contra, cada segundo es una carrera, no para ser prolífico, sino para lograr descubrirse y entenderse, porque el tiempo es una llama que se apaga con el viento; suicida, y asesino, texto fúnebre de la sentencia que da fin a la existencia.

 

Pocos comprenden a los artistas y la batalla que contra el reloj libran a diario, el hambre y necesidad de crear, de llegar a la cúspide de su obra, para después caer al fondo de la propia insatisfacción, como una montaña rusa perpetua o un ciclo caótico de destrucción y renacimiento. Así es como nace la vida en el arte, como las semillas que germinan entre las cenizas y la lava de un volcán. El tiempo pasa, como un verdugo que se burla y huye, para dibujar en el rostro del artista una sonrisa entre los restos de ideas que no llegarán a ver la luz y otras que se sublimarán en ella; es como mirar la existencia con melancolía por ser tan perfecta y bella.

 

Qué ironía es vivir la vida del artista, nadar contra corriente para descubrir la chispa divina de la estética, sin ser consciente que en la dinámica de usar la vida para hacer arte, es el arte el que les da la vida. Parafraseando una frase probablemente atribuida a Walt Disney, cuando se hace obra, no se muere porque se vive en ella. Un desenlace justo para quienes dedican sus desvelos para darle forma y sentido a la existencia, a cambio de la permanencia, a cambio de la trascendencia a través de los años, del enemigo y aliado que es el tiempo.

 

Con el final de 2022 en la puerta, escribo para aquellos que se entregaron a los brazos del destino, como lo hace el año que se va. Dedico estas palabras como homenaje a todos los artistas que nos dejaron su legado para demostrarnos que la muerte, si se admira como una obra de arte, es tan sólo otra cara de la vida, porque es el arte el sitio en el que habita en silencio, en donde se guardan los más íntimos secretos, con el nostálgico deseo de ser descubiertos antes de morir, para que los encuentre el público antes que el tiempo.

 

Finalmente, aprovecho para desearles felices fiestas y agradecer con el corazón a todos los artistas que me acompañaron durante 2022, así como a las personas que han dedicado una parte de su tiempo a leer mi trabajo, así como el de mis compañeros de la Revista 13 de Abril. Lo hacemos con mucha dedicación para ustedes. Que el 2023 sea memorable y que no falte el arte. Hasta la próxima entrega, la primera del próximo año.

 

“Todas las obras de arte deben comenzar por el final”

-Edgar Allan Poe

 

 

EDUARDO VILLALOBOS

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Licenciado en derecho y licenciado en economía graduado con mención honorífica por la Universidad Nacional Autónoma de México; es músico egresado de la Escuela de Iniciación Artística número 1 del Instituto Nacional de Bellas Artes, y autor del poemario “Cartas a la Lluvia”. Actualmente, es maestrando en finanzas, por la Universidad del Valle de México.

Correo: mevo_vook@hotmail.com                FB: Edward Wolvesville

 

 

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