Octubre es un mes cargado de misticismo, en el que en algunas partes del orbe el otoño comienza a mostrar su belleza, la nostalgia de la vida que se va con cada segundo que pasa, como un sutil recordatorio del destino común que tenemos los seres vivos. Probablemente es la razón por la cual a esta época del año se le relaciona con aspectos fantasmagóricos, incluso fúnebres.
Es esta última peculiaridad de octubre la que da origen a este artículo, ya que de alguna manera es un mes para recordar a los difuntos, desde tiempos remotos y en diferentes culturas. Entre los diversos ejemplos que existen, puedo referir dos.
El primero, como pueden suponer, es nuestra hermosa festividad del Día de Muertos, en la que se honra la memoria de nuestros difuntos que trascendieron a otro plano del cual regresan una vez al año para disfrutar con nosotros una vez más, a comer sus platillos favoritos, a fumar un cigarrillo, o una deliciosa mandarina. A pesar de que las fechas reconocidas de esta festividad son el 1 y 2 de noviembre, la realidad es que las creencias marcan que el recorrido de las almas comienza desde el 28 de octubre, dedicado a quienes murieron de forma trágica, mientras que el 30 y el 31 están dedicados a los niños que fallecieron sin haber sido bautizados.[1]
El segundo es el de la fiesta de origen celta conocida como Samhain (o Samaín), que marcaba el fin del verano y la transición a la época más oscura del año, la cual se remonta a aproximadamente 2000 años[2]; se creía que en la penumbra las almas retornaban a sus hogares, razón por la cual la gente usaba máscaras para ahuyentar a los entes malignos, ¿Les suena conocido? Yo diría que sí, pues con el paso de los años la festividad cambió de nombre a All Hallows Eve, mejor conocido en nuestros días como Halloween, cuya traducción al español sería algo como Víspera de todos los Santos.
A pesar del preludio de este trabajo y como habitualmente escribo sobre arte, el artículo no se enfoca directamente en las festividades dedicadas a los difuntos (muy interesantes, por supuesto), sino en un aspecto que se relaciona perfectamente con el recuerdo de los difuntos, me refiero al Réquiem, hecho exprofeso para las personas que ha fallecido, bajo la tradición de la liturgia católica.
Lo primero que deben saber es que un Réquiem es un tipo de composición musical de naturaleza solemne y, a mi parecer, en ocasiones sombrío, probablemente para generar la atmósfera fúnebre de su contexto, aunque esperanzadora por la promesa de la vida eterna. Aunque se escuchan con mayor frecuencia en salas de concierto, lo cierto es que su función primaria era (es) acompañar la Misa de Réquiem (también conocida como missa prodefunctis o missa defunctorum, aunque con algunas diferencias), que es la que se les reza a los difuntos.
El origen de la palabra se encuentra en la primera sección de la composición, correspondiente al introito, que comienza con la oración “Requiem aeternam dona eis, Domine”, hermosa frase cuya traducción al español es Dales, señor, descanso eterno.
Por lo anterior, es claro que la base de un réquiem es la liturgia católica, con textos que transitan entre la muerte y el descanso eterno. Su origen no es claro o no se puede definir en un periodo histórico específico, no obstante, uno de los registros más antiguos de los que se tienen constancia, es la Missa pro defunctis, compuesta por el virtuoso Johannes Ockeghem alrededor de 1461, durante el Renacimiento temprano. Una verdadera joya que no parece tener más de 560 años.
Con el tiempo, el formato del Réquiem se fue modificando como consecuencia de la apropiación e interpretación que cada compositor impregnaba en su obra, añadiendo elementos propios de los estilos de su época, así como su sello particular, por lo que este tipo de obra tuvo una especie de reconvención de lo religioso a lo artístico, según el enfoque que el autor quisiera abordar, por ejemplo, la muerte en sí misma, el Juicio Final, o la vida eterna.
Una diferencia esencial entre la misa de difuntos, en estricto sentido litúrgico, y el Réquiem, como composición musical, es la estructura que sigue. La misa de difuntos se conforma por la introducción, el rito penitencial, la liturgia de la palabra, la liturgia eucarística, el rito de comunión y el rito de despedida[3]; en caso de musicalizarse, normalmente se interpreta por un coro sin instrumentos. Por su parte, el Réquiem puede variar en su contenido, ya que se conforma de textos y música; sin embargo, las partes más comunes utilizadas por los compositores son las siguientes:
- Introito (Requiem aternam): Introducción
- Kyrie eleison: oración para pedir la piedad de Dios
- Dies irae: alude al Juicio Final
- Ofertorio: oración de ofrenda por las almas (de ahí su nombre)
- Sanctus y Benedictus: alabanza
- Agnus dei: oración para pedir misericordia (Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, ten piedad de nosotros).
- Communio (Luz aeterna): Luz para los difuntos
- Liberame: oración para pedir la libración del alma en el Día del Juicio
Asimismo, también son comunes otras secciones como Confutatis, Rex tremendae, In paradisum, Tuba Mirum (simboliza la llamada de las trompetas al juicio final), o Lacrimosa, para representar el profundo dolor de la pérdida; un ejemplo magistral de esta última se puede encontrar en el Réquiem en Re menor de Wolfgang Amadeus Mozart: Días de lágrimas aquel en que surja del polvo para ser juzgado el hombre reo. Perdónale pues, Dios. Jesús piadoso, dales el descanso. Amén.[4]
La ejecución de un Réquiem, aunque su carácter es solemne, también es sumamente enérgica y poderosa, por lo que los caracterizan los grandes requerimientos instrumentales, con orquestas majestuosas, a las que se les añade un coro y solistas, encargados de la ejecución de los apartados descritos anteriormente. En mi opinión, el ejemplo perfecto de lo que escribo en este párrafo, es la colosal Misa de Réquiem, de Giuseppe Verdi, particularmente las secciones Dies irae y Tuba Mirum. Épicas, vigorosas, simplemente perfectas.
En la historia musical se han compuesto Réquiems bellísimos (además de los de Mozart y Verdi) que considero que debo referir para rendirles un pequeño homenaje, entre los que destacan el de Fauré, el de Brahms, el de Duruflé, el de Berlioz o el de Dvorák. Búsquenlos en la plataforma de su preferencia y disfruten de los tesoros que nos dejaron los grandes maestros; personalmente le recomiendo la versión de la Misa de Réquiem de Verdi, bajo la batuta del Maestro Gustavo Dudamel y la interpretación de la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles.
La única forma de morir realmente es cuando somos víctimas del olvido, así que honremos la memoria de quienes ya no están, con un pensamiento, una ofrenda y, por qué no, con la música de un Réquiem.
“Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, dona eis requiem”
Mario Eduardo Villalobos Orozco
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Doctorante en Finanzas por el CESCIJUC, Maestro en Finanzas por la Universidad del Valle de México; es licenciado en Derecho y licenciado en Economía, graduado con mención honorífica, por la Universidad Nacional Autónoma de México; además es músico egresado de la Escuela de Iniciación Artística número 1 del Instituto Nacional de Bellas Artes, autor del poemario Cartas a la Lluvia, y colaborador de la revista 13 de abril, desde abril del 2021.
Correo: mevo_vook@hotmail.com FB: Edward Wolvesville
[1] Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rura. Día de Muertos, la fiesta más emotiva de México. https://www.gob.mx/agricultura/articulos/dia-de-muertos-la-fiesta-mas-emotiva-de-mexico#:~:text=Aunque%20las%20fechas%20fuertes%20de,murieron%20sin%20haber%20sido%20bautizados.
[2] National Geographic. ¿Qué es Samhain? La historia de la fiesta celta que dio origen a Halloween. https://www.nationalgeographicla.com/historia/2023/10/que-es-samhain-la-historia-de-la-fiesta-celta-que-dio-origen-a-halloween
[3] Iglesia del Pilar. Misa de difuntos: consuelo y esperanza católica. https://www.iglesiadelpilar.com.ar/misa-de-difuntos-catolico/
[4] Traducción obtenida en Curiosidades de la Ciencia y de la Vida, Misa de Réquiem. http://www.lcc.uma.es/~ppgg/html/requiem.html