Hace algunos días recibí la invitación de participar en un foro cuyo objetivo principal es el fomento a la lectura y, aunque aún no se define si tendré el gusto de compartir mis ideas en el evento, sin duda aprovecho la ocasión para hacerlo en este espacio, con el que cada día me identifico más.
La lectura, a través de libros, revistas, periódicos, redes sociales, etcétera, es una poderosa herramienta que, en mi opinión, tiene múltiples beneficios, desde intelectuales, como adquirir nuevos conocimientos y ampliar no sólo nuestro vocabulario sino el mismo juicio, hasta fines prácticos, como buscar empleo o matar el tiempo, por simple esparcimiento.
Leer no sólo está asociado a tener un libro en la mano, sino a la comprensión que el acto lleva en sí mismo, es decir, en la capacidad que tenemos las personas para procesar la información del contenido que llega a nosotros a través de letras; en otras palabras ¿De verdad leemos o sólo paseamos nuestros ojos sobre tipografías impresas o digitales? Ahí la importancia de fomentar la lectura: La asimilación del contenido.
Es tan importante la comprensión de lectura que no se trata de una práctica de literatura sino de una habilidad que llevamos en el día a día ¿Cuántos estudiantes, por no leer o leer mal, han intentado resolver completo un examen sin reparar que han caído en la broma de un profesor creativo que dio como instrucción sólo anotar el nombre? ¿Cuántas personas han intentado reclamar (lo que se les venga en mente) sin éxito, por no leer términos y condiciones?
La humanidad se transformó desde el día en que se descubrió que las ideas podían plasmarse en un muro y que alguien más podía consultarlas, replicar o reinterpretarlas, lo cual se mantiene en estos días, con la facilidad de medios digitales que cumplen la misma función que otros objetos físicos (como esta revista, por ejemplo).
Cada medio en el que podemos practicar la lectura es un paraíso infinito para sacar a pasear nuestra capacidad intelectual e imaginación, que necesitan ejercitarse muy a menudo como cualquier ser vivo. Ambas son como un león en la sabana que necesita recorrer kilómetros y kilómetros para estar en forma para subsistir; necesitamos ejercitarlas para transformarlas en conocimiento adquirido y sabiduría para perdurar en la salvaje vorágine cotidiana en la que el saber es poder.
Por otra parte, el hábito de la lectura y la comprensión tiene un alcance mucho más amplio si consideramos que en algunas situaciones se requiere discernimiento, como la información a la que estamos expuestos hoy en día en las redes sociales u otras fuentes disponibles a un clic en cualquier buscador web. Desde noticias de coyuntura, como el actual conflicto de Ucrania con Rusia, hasta citas de apoyo en un trabajo académico, cuya procedencia es dudosa. El riesgo de no leer o leer sin comprender, es quedarse con una sola versión, renunciando al beneficio del contraste y, en consecuencia, de la creación de una opinión personal sólida pero abierta a otros puntos de vista.
Leer conscientemente enriquece, de palabras, de idioma, de experiencia, de juicios y muchas cosas más. Leer abre un portal en el universo del conocimiento, así como una oportunidad para interconectarnos a partir de las ideas de nuestros semejantes.
En una era en la que la desinformación está a la orden del día, aun cuando la información confiable es gratuita y relativamente de fácil acceso, el leer y comprender el contenido marca una diferencia notable. Es por ello que urge que, como usuarios asiduos que somos de medios físicos o virtuales de información (nuevamente me refiero a libros, revistas, periódicos, redes sociales etc.), transformemos nuestro enfoque de la lectura en uno en el que el fin último sea fomentar la creación, adquisición y compartición de conocimiento.
Finalmente, para cerrar y por resultar ad hoc, cito la siguiente frase, atribuida al célebre escritor francés Gustave Flaubert, “No lean, como hacen los niños, para divertirse o, como los ambiciosos, para instruirse. No, lean para vivir”.
EDUARDO VILLALOBOS
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Licenciado en derecho y licenciado en economía graduado con mención honorífica por la Universidad Nacional Autónoma de México; es músico egresado de la Escuela de Iniciación Artística número 1 del Instituto Nacional de Bellas Artes, y autor del poemario “Cartas a la Lluvia”. Actualmente, es maestrando en finanzas, por la Universidad del Valle de México.
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