La ansiedad: la norma social actual que además cotiza

Una de las características más trascendentales de las sociedades modernas son los ritmos de vértigo con los cuales tenemos que conllevar la vida, sobre todo quienes vivimos en las grandes metrópolis del mundo como la Ciudad de México o Guadalajara.

Desde que empezaron a aflorar los criterios neoliberales de la vida social y cultural y económica del mundo, a las generaciones más jóvenes se nos habló de la capacidad de resiliencia exagerada y hasta cierto punto anormal que tendríamos que tener para sobrevivir.

La academia, como socia cabal del capitalismo en la preparación de cuadros técnicos funcionales y amoldamiento de valores culturales para las masas obreras en formación, nos hablaba de modernidad, de posmodernismo, de libertad en la gran bajara de ideas, de versatilidad, así como una gran moda y novedad.

Hoy, a decir de la academia y de los estatutos científicos de mayor envergadura, pagamos los platos rotos de esta naturaleza con grandes masas poblacionales dispuestas a la ansiedad y el estrés y con crisis emocionales de muy alto peso, con sacudidas depresivas profundas.

Entre nosotros afloran muchas personas con grandes desequilibrios emocionales y con muy poca, por no decir escasa, disposición a vivir con tranquilidad el momento presente. En el mercado contemporáneo, dominado por la economía mundial de las apps, los contenidos virtuales y las fétidas redes modernas de comunicación eso es casi imposible.

Se nos habló de que teníamos que ser capaces de conllevar nuestra vida bajo presión y de estar atentos a muchos escenarios a la vez, dividiendo la capacidad y la disposición de nuestras mentes para estar en el momento presente de forma relajada. El mercado nos pide caos, vértigo, angustia, porque además a través de la farmacología nos vende las soluciones. Si nos damos cuenta, se destaca firmemente, un gran mercado exitoso gracias al sufrimiento de las masas obreras.

Y hoy, las sociedades modernas, asistimos desde la mera contemplación, indefensos y poco radicalizados en pro del cambio, a la instauración de hábitos de vida que saturan nuestras mentes y nos vuelven de vértigo los circuitos de interacción en que encausamos nuestra vida.

Hoy más que nunca el mercado mundial nos impide perder el tiempo e incluso tiene formas bastante elegantes de ponderar el ocio, ya sea tasándolo a una magnitud de productividad como pudieran ser diversas maneras de cuantificar el tiempo y el rendimiento, o moldeando el estilo de ocio que tenemos que conllevar, casi siempre arraigado en los hábitos de consumo propuestos por el propio mercado trascendentalmente, otro eje, como pueden ustedes ver, de éxito cabal por un modelo perfecto de negocio.

La característica artística y sensible del ser humano promedio en la actualidad ha sido vulnerada, junto con el repliegue cultural civilizatorio con el cual se conllevan hoy los valores reflexivos de las sociedades promedio. Casi se puede especular que hay poco o nada de tiempo para pensar con largo aliento.

El vértigo y la velocidad explosiva con la cual la mente actual del ser humano sobrevive y se conlleva, impide pensar incluso con envergadura teórica distintas salidas alternativas para encausar un proyecto alternativo de mundo. Quizás, el mercado no nos da el tiempo para pensar de forma radical porque nos impone muchas cosas con demasiados mensajes en muy poco tiempo, ya que el vende y nosotros compramos, circunscritos en un panorama de dolor, angustia y absoluto descontrol interno.

Bendita red decía de forma frívola algún ex – Presidente mexicano por ahí. Por algo será. Negocio redondo, como casi siempre.

Por Víctor Manuel Del Real Muñoz

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