La dinámica de servicios y mercancías culturales, como parte de una estrategia de venta, y también como parte de un abanico de productos para el consumo, es hoy muy grande en el mundo, y es impulsado tanto por la iniciativa privada en un esquema de servicios y negocios progresivos como por el Estado, este ultimo, pensado en un nivel de impulso al turismo, de venta claro está y también aprovechándose de esto mismo para generar una propaganda.
Llevar al plano de la valorización mercantil aspectos de la realidad que tienen que ver con los sueños, las sensibilidades, las interpretaciones, y los reductos más profundos y hongos del sentir humano, es una de las aberraciones más cabales que tiene el capitalismo como modelo económico imperante, pero visto como un hecho concreto, para mucha gente en su digna búsqueda de la supervivencia significa un método sano de provisión de vida, y eso no puede ni debe desdeñarse con valor imperativo ni con un castigo enjuiciador.
La forma en como el capitalismo ordena las condiciones para que se desenvuelva la cultura como un mercado desnuda un par de realidades muy claras: por un lado, las ambiciones de gente de la cultura para llevar su causa a un plano estrictamente mercantil, y por el otro, las condiciones económicas imperantes, doblegando el sentir y el valor humano y trascendental y crucial de la cultura, incluso como un valor inherente de rebeldía.
Todo cuesta en este mundo y la cultura no es la excepción.
Hay ocasiones en que las pretensiones finales de la cultura es la venta manifiesta, por encima del discurso, y por encima de la trascendencia que un aspecto inherente a la sensibilidad, traducido en un paradigma cultural pueda generar como eco en la sociedad o como contribución a un ánimo reflexivo con miras a la extinción del status quo dominante.
La cultura de masas, o aquellos reductos sensibles que proviene de la aceptación en masa, casi siempre, tiene un respaldo, en valores de mercado y venta, muy en la dinámica de Televisa por ejemplo, y esto lo sabe valorar bien el sistema económico, y por ende, trasciende a nivel de fama como un aspecto cultural colectivamente aceptado.
En la cultura, y sobre todo en aquella que en la apariencia se ostenta como crítica, también existe lo que puede ser exitoso como mercado.
También existen espíritus críticos que son extremadamente sensibles a la mercantilización de la cultura, y ven con asco y hasta con cierto resentimiento el sentido final de la mercancía llamada cultura.
Hoy, en la mayoría de los circuitos culturales e intelectuales, las mercancías como revistas, libros, pinturas, bocetos, fotografías, piezas musicales, instrumentos, serigrafías, dinámicas plásticas, dinámicas de letras y escritos, ensayos, cuentos, pinturas, grafitis, cine y demás expresiones culturales siempre tienen un debate, antes que nada, en el orden comercial y mercadológico.
La supervivencia está por encima de todo, y también las capacidades concretas de hacer negocio de todo.
Víctor Manuel Del Real Muñoz