Uno de los aspectos de mayor maestría en la consagración del ser humano tiene que ver con saber administrar el miedo y la percepción del mismo, en todos los escenarios de la vida, donde se presenta esta sensación desagradable, y adaptar cierta resiliencia a ciertos aspectos desafiantes.
Se vuelve importante también el emprendimiento de estrategias terapéuticas, racionales, alternativas y médicas para trabajar el control de las emociones cuando se salen de un margen de administración normal o coherente e inhabilitan a las personas o restringen su capacidad de movilidad y de interacción.
Aprender a ser consciente de la naturaleza del miedo y de muchos de los orígenes o causas del mismo es también un factor de ventaja para comprenderlo más y para poder tener una solución o una dinámica de suavizar su presencia al respecto por lo menos.
Todo lo anterior, se asume, está claro en las cuotas normales de la percepción del miedo.
Aquí el tema también proviene de pensar que existen causas externas a la integridad individual, que influyen en la gestación progresiva de una dinámica de miedo en los seres humanos.
En el capitalismo como modo de producción y en la dinámica misma de la lucha de clases y la supervivencia, dentro de este sistema social, la presencia del miedo es un valor permanente y continuo porque esta es una sociedad que le rinde culto a la ganancia, a la explotación y a la competencia, donde la integridad y la salvaguarda de los seres humanos se vuelve irrelevante para otros seres humanos porque la ventaja y la ganancia y el ánimo de negocio y de triunfo está por encima de todo, y por ende, el miedo se explica en estas tesituras.
Ya salir a la vida es un escenario cabal de miedo donde los riesgos son impuestos por un sistema social que explota el usufructo del máxima esfuerzo y de la máxima integridad humana, y donde el caldo de cultivo de emociones extremas y de situaciones de enfado, preocupación, ansiedad, enojo, limitación y escasez se hace siempre presente.
Por Víctor Manuel Del Real Muñoz