Una vez más ha llegado la entrega de septiembre, en la que cierro un ciclo y comienzo uno nuevo en la revista 13 de abril, ya que celebro y agradezco sinceramente los tres años que tengo escribiendo mes con mes acerca de lo que más me apasiona, que es el arte y, al mismo tiempo, me preparo para seguir contribuyendo, para aprender y hablar de muchos artistas más ¡Vamos por el cuarto!
Sin más preámbulo, abro el tema que elegí para esta entrega, que es una suerte de continuación de la última, por cuanto a la relación que tiene el arte con la tecnología y los medios digitales, con un enfoque un tanto diferente. En esta ocasión les platicaré un poco de los Non-Fungible Tokens o tokens no fungibles, mejor conocidos como NFT. Antes de continuar, me gustaría agregar que escogí este tipo de instrumentos financieros por la interesante intersección que crean entre el mundo financiero y el artístico.
En primer lugar, es importante saber que los NFT son un activo digital que se basa en la tecnología blockchain, ¿Con qué se come, se preguntarán?, a eso voy. La palabra token hace referencia a una especie de título de propiedad con el que se puede obtener provecho de un activo en un entorno digital, como las criptomonedas, por ejemplo. Por otra parte, se consideran como un activo ya que representan un valor y, por tanto, son susceptibles de comercio en un mercado específico; en otras palabras, la gente está dispuesta a pagar una suma determinada de dinero a cambio de obtener la titularidad, como sucede con la compra de una escultura. Finalmente, el hecho que se considere no fungible, atiende a que no puede ser intercambiable por otro objeto equivalente, ya que es único en su tipo.
En resumen, un NFT es un objeto digital único de diversa naturaleza, que se puede adquirir en propiedad (teóricamente), lo que permite obtener un beneficio (normalmente económico) a su dueño, ya que, entre otras cosas, puede venderse en un mercado, como sucede en el mundo físico, pero con altos niveles de seguridad ¿Por qué? Porque funcionan a través de la llamada blockchain, que no es otra cosa que una tecnología avanzada que garantiza la seguridad y trazabilidad de las transacciones a través de bloques y cadenas descentralizadas a gran escala; en otras palabras, es como si un grupo de personas anotara los números de la tanda en una libreta y todos tuvieran una copia exacta, lo que evita el riesgo de manipulación de la información que contiene, ya que ante cualquier cambio, cualquiera podría notarlo, evitando así que Juanito pierda su dinero.
Con lo anterior, no es difícil imaginar que entre el amplio espectro de posibilidades que tiene un NFT, se encuentra el arte, ya que los artistas han aprovechado los medios digitales no solo para crear (como referimos en la entrega anterior[1]) sino para comerciar con ellas a través de este tipo de activo. De hecho, aunque se trata de algo sumamente sofisticado, en sus fundamentos funciona igual que una obra de arte física que se distingue por elementos únicos, como la técnica y la firma de su autor. Se pueden destacar algunos elementos que considero que son clave:
El primero consiste en que los NFT garantizan la autenticidad de la obra digital, así como propiedad sobre sobre el activo, por lo que funciona como un certificado digital y, al estar protegido por la blockchain, evita que sea falsificado, lo que a su vez repercute positivamente en el valor de la obra.
En segundo lugar se encuentran las mieles de la tecnología, por cuanto a la forma en que los artistas reciben ingresos, ya que las operaciones de compraventa a través de medios digitales permiten prescindir de intermediarios, lo cual es una gran ventaja y bondad, pues en el arte físico existen monopolios en este aspecto, a través de galerías, productores u otras figuras, según se trate. De igual manera, los artistas pueden recibir de forma automática sus regalías, ya que por la amplia trazabilidad de las transacciones, es posible identificar cuando un NFT se revende.
Como tercer aspecto, vale la pena señalar que esta modalidad fomenta la existencia de piezas únicas (algo así como la Gioconda en el mundo digital), con el objeto de causar un impacto en el mercado y por tanto en el posicionamiento del artista, a partir del principio de la escasez y la especulación, lo que no necesariamente es positivo.
Por otra parte, la relación entre el arte y los activos digitales, también tiene una intersección interesante con diversas teorías económicas que interactúan todo el tiempo y que seguramente les encantará conocer.
En líneas anteriores refería que las obras de arte digitales asociadas a un NFT son únicas, lo cual tiene una relación directa con la teoría del valor de bienes escasos, la cual indica que en la medida que hay menor disponibilidad, su precio incrementa; asimismo, en algunos casos, dicha situación puede aumentar la demanda, por lo que bajo ciertas condiciones podrían catalogarse como un bien de Veblen[2].
Al ser un activo, estos forman parte de un segmento de los mercados financieros[3], por lo que pueden ser intercambiados a cambio de una contraprestación económica. Asimismo, de acuerdo con la teoría, su precio se determina en función de la oferta y la demanda, además que por su naturaleza pueden ser objeto de especulación (básicamente comprar barato con la esperanza de que se incremente el precio para revender más caro), lo que de alguna manera sucede en el mundo físico, por ejemplo, con pinturas que con el tiempo han incrementado exponencialmente su valor o en ejercicios de subasta.
Por lo anterior, bajo el argumento de que un NFT puede asociarse a una obra de arte y por tanto a la fama, reputación o publicidad de su autor, también convergen la teoría del consumidor y la economía del comportamiento, toda vez que depende de sus preferencias, las restricciones que tienen en sus ingresos, así como del valor subjetivo que le asignan a este tipo de activos, más allá de lo económico, pues existen otros elementos que confluyen como las emociones o la conducta, que en última instancia repercuten en la formación de precios, además de la asignación de un elemento simbólico, como sucede con los objetos de colección.
Por último, por cuanto a la relación de los NFT artísticos (si se les puede llamar como tal) con la teoría económica, se ha dado un fenómeno interesante derivado de su comercialización y es que algunos artistas no solo han optado por esta vía para eliminar la intermediación y potenciar las regalías, sino que han aprovechado para otorgar beneficios a sus fans, quienes actúan como consumidores, por lo que podrían clasificarse en lo que se conoce como bienes club, ya que varias personas pueden disfrutarlos sin perjudicarse entre sí, siempre que se pague un precio por ello, por ejemplo, una suscripción a un gimnasio. Para que puedan darse una idea del alcance de este aspecto, grandes figuras de la farándula han recurrido a esta alternativa, como Katy Perry, Mike Shinoda (de Linkin Park) e incluso el legendario Ringo Starr.
Con el contexto que les he presentado, considero que es oportuno referir algunos casos emblemáticos de NFT asociados a obras de arte, con la finalidad de dimensionar hasta qué punto puede llegar esta interesante combinación.
Uno de los más polémicos es el caso del artista digital Mike Winkelmann, mejor conocido como Beeple, quien logró vender en una subasta histórica una pieza única (para ser honestos, un collage) que no existe físicamente, por la suma de 69 millones de dólares (aproximadamente 1, 360 millones de pesos, al momento de escribir este artículo), lo que la coloca como la tercera obra más cara subastada de un artista vivo. En comparativa, piensen que la pintura Campos de trigo con Cipreses, de Van Gohg, se subastó en 84 millones de dólares. Impresionante.
Otro caso famoso es el de los Cryptopunks, clasificados como coleccionables (criptocoleccionables, en realidad), ya que son pioneros en el uso de tokens no fungibles, en una serie de 10,000 personajes que parecen un videojuego de los años 80; según diversas fuentes en internet, su valor oscila entre los 20 mil y los 7.5 millones de dólares.
Si buscan en internet algunas imágenes tanto de “Everydays-The First 5000 Days” (el collage de Beeple) y algunos Cryptopunks, probablemente se sorprenderán como yo, y no por su estética ejemplar, sino por cómo su diseño se vendió por cifras estratosféricas.
Sin embargo, como dicen, no todo lo que brilla es oro, ya que los NFT se han visto envueltos en grandes polémicas debido a diferentes situaciones. Una de estas es la especulación y la volatilidad, que ha ocasionado grandes pérdidas las personas que los han adquirido, pues en algunos casos, su valor ha disminuido en más de 90%, como el caso de los Bored Ape o Mono aburrido, que en su mejor momento llegó a cotizarse en aproximadamente 3 millones de dólares y hoy prácticamente se ha desplomado a una pequeña fracción de su precio máximo, ante una disminución de su demanda debido al desinterés de los consumidores y otros factores.
Aunado a lo anterior, se encuentra la incertidumbre sobre los derechos de propiedad que tienen los compradores de NFT, ya que en sentido estricto, no se compra el objeto, sino el vínculo al servidor en donde está almacenado, por lo que si este se pierde, bueno, ya pueden imaginar el triste desenlace. Lo sentimos, Juanito.
Al ser un activo digital, es sensible a lo que sucede en las redes, por lo que su valor puede incrementarse artificialmente, pues es altamente sensible a las distorsiones del mercado, como el llamado wash trading, en la que un participante del mercado simula la oferta y demanda de un activo comprándose y vendiéndose a sí mismo, por lo que en el contexto artístico, poco importa la pericia del autor y la calidad de su obra, lo que a su vez ha generado contenido de baja calidad, cuyo fin es el enriquecimiento desmedido.
Otro punto importante es que al ser un bien propenso a la especulación, así como sujeto a la valoración subjetiva de los consumidores, no existe algo que sostenga su valor en el largo plazo, por lo que las fluctuaciones que enfrente pueden implicar la pérdida parcial o total de su valor.
Finalmente, por si fuera poco y como es habitual en temas tecnológicos, no existe regulación, o es insuficiente para determinar qué conductas son antijurídicas, para establecer sanciones en caso de la comisión de un delito, como el fraude, o incluso para delimitar los alcances de los derechos de propiedad que tienen los titulares de los NFT.
En suma, puedo decir que la lógica detrás de los NFT y la relación que tienen con el arte no es en absoluto mala, de hecho tiene muchas bondades; sin embargo, no se debe perder de vista que este tipo de activos están diseñados como un instrumento financiero y no como un medio natural creado exprofeso para difundir el trabajo de los artistas, por lo que su adquisición puede conllevar pérdidas considerables, por lo que es no recomendable incursionar en este medio sin conocimientos sólidos sobre el tema.
Asimismo, no es menos importante poner sobre la mesa si la calidad y objeto del arte se ha visto eclipsado en este tipo de alternativas, ya que la sensación de exclusividad y tener determinados beneficios sobre objetos “únicos”, por simples que sean, ha permitido que la ambición se impongan a la estética y el verdadero valor social y cultural de una obra.
Por último, respecto de la revolución del mundo digital, debo decir que, al igual que la inteligencia artificial, los NFT son otra prueba del infinito de posibilidades que hoy están al alcance de prácticamente todas las personas con acceso a internet, en menos de lo que tarda un clic.
“El arte desafía a la tecnología y la tecnología inspira al arte”.
-John Lasseter
Mario Eduardo Villalobos Orozco
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Doctorante en Finanzas por el CESCIJUC, Maestro en Finanzas por la Universidad del Valle de México; es licenciado en Derecho y licenciado en Economía, graduado con mención honorífica, por la Universidad Nacional Autónoma de México; además es músico egresado de la Escuela de Iniciación Artística número 1 del Instituto Nacional de Bellas Artes, autor del poemario Cartas a la Lluvia, y colaborador de la revista 13 de abril, desde abril del 2021.
Correo: mevo_vook@hotmail.com FB: Edward Wolvesville
[1] DigItalizArte: Arte e Inteligencia Artificial (2024). Revista 13 de abril. https://13deabril.com/digitalizarte-arte-e-inteligencia-artificial/
[2] Son aquellos cuya demanda crece cuando el precio aumenta.
[3] De acuerdo con el Banco de México, “un mercado financiero es un espacio físico o sistema virtual en el cual convergen compradores y vendedores de instrumentos financieros para su intercambio. Allí se determinan los precios”.