Música más allá de la existencia
Por Eduardo Villalobos
Pasan los días, se suman años y, aunque se marchitan muchas cosas a mi alrededor, hay un recuerdo que perdura y vive, como la música misma, a través del tiempo. Así sucede con algunas personas con quienes tenemos la enorme dicha de encontrarnos en nuestro andar, de cruzar palabras o de guardar algo más que un nombre o una anécdota.
Hay quienes llegan a este mundo para dejar un legado intangible, como una huella, como una luz que guía; hay quienes viven, pero nunca mueren porque su existencia trasciende a nuestra simple naturaleza humana.
Hoy rindo homenaje a quien por más de cuarenta años fue más que un maestro de generaciones y generaciones de talentosos músicos, como Oliver de la Rosa o Ramón Ignacio Ledezma Morales; dedico estas letras a una persona excepcional cuyo enorme corazón fue sinónimo de amigo: el Maestro David Moisés Sortibrán Serrano.
Sorti, Sorti, no quiero solfear, sonaba en las aulas, los alumnos coreaban al unísono una ingeniosa adaptación de la famosa canción napolitana Funiculì, funiculà, de Luigi Denza. El piano sonaba y la voz del maestro retumbaba en el salón de clase; entre intervalos, silencios y lecturas de notas, el maestro inundaba de su pasión a cada uno de sus pupilos. Sus palabras inspiraban el verdadero amor al arte y su sonrisa invitaba a formar parte de ese mundo que conjuga su lenguaje con la lluvia, el día y la noche; con el amor, la soledad o la tristeza.
Cuántas historias del maestro contarían las notas que por largo tiempo cantaron los pianos y otros instrumentos, cuando los alumnos interpretaban ejercicios, canciones de los grandes de la historia como Beethoven, Chopin, Debussy y tantos más; u obras de aquellos que soñaban con ser nuevos compositores, a quienes el maestro impulsó con fe ciega y confianza plena, como el que hoy escribe estas letras y a los sonidos aún se aferra.
Hoy, a pesar de que crecen sin cesar los años de ausencia, su figura sobrevive al implacable y voraz olvido. El maestro trascendió los muros de las aulas y su recuerdo brilla en cada músico al que inculcó la magia que caracterizó a su persona y su escuela, a quienes nunca faltó una palabra aliento ni el voto de confianza que da un verdadero amigo.
Quizás el maestro ha vuelto a pensar en el mar y a fijarse nuevamente en el cielo, mientras escucha, como parte del universo, el legado que dejó en esta tierra. Tal vez, cuando se oculta el sol, como al final de cada recital, su piano impregna de melancolía y felicidad las nubes que le rodean. Por ti, como la inspiración de un suspiro, Por ti, en el descanso eterno, Por ti, como el ejemplo que tantos recibimos y permanecerá siempre vivo. Por ti, música que trasciende a la muerte, música más allá de la existencia.
¡Gracias, Maestro! ¡Gracias, Sorti!
Eduardo Villalobos
Es licenciado en derecho y licenciado en economía graduado con mención honorífica por la Universidad Nacional Autónoma de México; es músico egresado de la Escuela de Iniciación Artística número 1 del Instituto Nacional de Bellas Artes y autor del poemario Cartas a la Lluvia. Actualmente, es maestrando en finanzas por la Universidad del Valle de México.