Arte islámico (Parte III): La poesía

En las últimas entregas les he contado un poco acerca del arte islámico, de las principales características que le dan cohesión en términos generales, así como de cómo se refleja en la música. Sin embargo, para cerrar dignamente esta “Saga islámica”, dedicada a las expresiones del Medio Oriente, hace falta que les platique sobre otro aspecto fundamental del cual hablé brevemente en el último artículo; me refiero, por su puesto, a la poesía en el Islam.

Como les decía en la Parte II de este breve ciclo, la música tiene una fuerte relación con la poesía, ya que un buen número de obras son musicalizaciones de poemas, lo que no es raro, dado el componente espiritual del arte islámico. Por tanto, como puede esperarse, esta rama es otra pieza fundamental de la exploración de la conexión que existe con lo divino, así como del misticismo que lo rodea, como sucede en el sufí, y es lógico pues, como refiere Kenza Saadi, “el ser humano anhela la presencia del divino y espera encontrarlo después de la muerte”[1].

De acuerdo con diversas fuentes disponibles en la red, la poesía es una de las formas de arte más antiguas en el mundo islámico; de hecho, su desarrollo comenzó antes de que a Mahoma le fuera revelada la palabra de Alá, en la denominada época de la ignorancia, en la cual se difundía principalmente a través de la tradición oral. Este arte es tan relevante en la cultura que para ellos “la poesía es la memoria de los árabes[2]. Sin embargo, aunque parece una oración lapidaria, su creación y desarrollo floreció en muchas lenguas asociadas al Islam, como el persa, el turco otomano e inclusive el urdu.

Asimismo, es importante destacar que la labor del poeta era respetada y se dotaba de naturaleza mística a sus palabras, de lo que probablemente deriva la relación que tiene en el Islam como un instrumento divino, por su belleza y profundidad.

La poesía replica las características generales del arte islámico (Eclecticismo, iconoclastia, estilización y mutabilidad)[3]; no obstante, es preciso resaltar que entre sus principales características podemos encontrar que se vale de metáforas y simbolismos en los que se aluden imágenes recurrentes, como las flores, un jardín o el amor, este último, por ejemplo, para representar la idea del amante que desea entregarse a la divinidad de Alá.

Un dato curioso es que en la poesía islámica frecuentemente se hace referencia al vino, lo que me parece fabuloso porque, en mi opinión (estrictamente personal), es una forma de representar el libre albedrío de los humanos. Es un punto interesante al que vale la pena dedicarle algunas líneas.

Como seguramente intuyen, el vino está prohibido en el Islam, por considerarse que propicia conductas pecaminosas, inmorales e indecentes; sin embargo, deben saber que, al igual que como sucede con la música, existe un debate en torno a esto, pues en el propio Corán se menciona de forma ambigua si es una tentación, o si es un regalo de Alá, así como lo leen (por segunda ocasión).

Esta contrariedad puede apreciarse, por ejemplo, si se compara el texto de las Suras[4] 47,15, y 5,90, que en la traducción a nuestro idioma dicen: “Habrá en él arroyos de agua incorruptible, arroyos de leche de gusto inalterable, arroyos de vino, delicia de bebedores y arroyos de depurada miel” vs “¡Creyentes! El vino, el maysir, la piedras erectas y las flechas adivinatorias no son sino abominación y obra del demonio. ¡Evitadlo, pues!”. Pero, esta doble naturaleza va más allá pues, como cita Paulina López en su obra El vino en el Islam: rechazo y alabanza, en una de la narraciones cortas de la sunna se refiere que Alá dijo “Quien bebe vino en este mundo y no se arrepiente de ello, se le prohibirá el vino en la otra y no lo beberá”. Lo sé, es una oración corta pero profunda y difícil de comprender.

Por lo anterior, no es raro que el vino tenga diversos usos metafóricos y simbólicos dentro de la poesía, por ejemplo, para representar el conocimiento divino.

Entre los demás elementos que caracterizan a la poesía islámica se encuentra el eje temático, el cual invariablemente remite a aspectos espirituales y místicos, como la búsqueda interior, la renuncia a lo material, el éxtasis místico y la trascendencia a través de la divinidad. Lo anterior es posiblemente la razón por la cual la métrica es un punto tan relevante en la poesía, ya que se considera que es imposible de traducirla, ya que esto destruye su estructura y autenticidad, arruinando así su belleza[5].

En lo que atañe a los elementos de la métrica, de acuerdo con Aguiar, estos se pueden resumir en el verso, el hemistiquio[6], el pie y el núcleo bisílabo. Asimismo, las formas más conocidas incluyen la qasidah (oda larga), el ghazal (poesía lírica amorosa, por ejemplo, la persa) y el rubaiyat (cuartetos persas), de estas, la primera es probablemente la más difundida, la cual consta de 30 a 120 versos de idéntico metro con la misma rima de cierre.

Por último, se aprecia una interrelación con otras ramas artísticas, por ejemplo, la escritura cúfica, o bien, como dije, con la música, ya que la poesía sufí se canta en ceremonias rituales, de los que deriva el samā (escucha). Como su definición me parece realmente hermosa, nuevamente cito a Rumí, “es el adorno del alma que ayuda a ésta a descubrir el amor, a experimentar el escalofrío del encuentro, a despojarse de los velos y a sentirse en presencia de Dios[7].

Bajo esta óptica, la poesía islámica busca mostrar la presencia de Dios en todo lo que nos rodea, porque él, Alá, es omnipresente.

Al ser una parte fundamental de la religión islámica y de las culturas que la profesan, este arte ha obsequiado grandes poetas a la humanidad, cuya obra va más allá de la razón humana, ya que son una experiencia mística, espiritual y sensorial. Algunos de los más grandes exponentes son, por supuesto, Rumí, poeta místico persa, representante del sufí por excelencia; Hafiz, quien fue un maestro del ghazal con sus versos dedicados al amor, o bien Jayyam, con sus cuartetos (rubaiyat) sobre la vida y la trascendencia. Otro autor interesante es Yunus Emré, otomano, cuya inspiración fue la fraternidad y la resiliencia, pero también del dolor.

De los tipos de poesía, mi favorita es, por mucho, la sufí, por su profundidad y capacidad para elevar un texto mundano al infinito del universo, a través de un lenguaje simbólico en el que Alá se muestra como el ser amado y el humano como el amante; el vino como el conocimiento divino y la embriaguez como la disolución del yo (del ego, como muchos dirían actualmente). Sus versos tienden a buscar la transformación interior a través del despertar de la conciencia.

Para ejemplificar lo anterior, les comparto algunos versos del gran maestro Rumí:

“Pasea junto a mi tumba y te embriagarás.

Permanece demasiado tiempo

y toda tu alma embriagada quedará.

Ve al océano y todas las aguas

se embriagarán.

Muere y sé enterrado,

y toda la tierra embriagada quedará…

Después, cualquiera que pasee junto a tu tumba embriagado quedará”[8].

“De un corazón a otro corazón hay una ventana,

no se encuentran separados ni lejanos.

La luminosidad de dos lámparas de barro se funden

aunque no estén unidas.

Ningún amante busca la unión sin que su amada la busque también;

Pero el amor de los amantes deja el cuerpo delgado como la cuerda del arco.

En cambio el amor de los amados los deja bien formados y apacibles”[9].

Personalmente, nunca dejará de maravillarme la sensibilidad y belleza que hay en la poesía del Medio Oriente, su forma de vivir el amor y de explorar la conexión que hay con la divinidad en un ser superior, pero también en nuestro interior. Los invito a conocer más a fondo a sus autores (incluidos los contemporáneos, como Qabbani o Darwish), sé que les encantarán.

“Cualquiera que posea una gota de amor posee la existencia de Dios”.

-Yunus Emré

Mario Eduardo Villalobos Orozco

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Doctorante en Finanzas por el CESCIJUC, Maestro en Finanzas por la Universidad del Valle de México; es Licenciado en Derecho y Licenciado en Economía, graduado con mención honorífica, por la Universidad Nacional Autónoma de México; además es músico egresado de la Escuela de Iniciación Artística de número 1 del Instituto Nacional de Bellas artes, autor del poemario Cartas a la Lluvia, y colaborador de la revista 13 de abril, desde abril de 2021.

Correo: mevo_vook@hotmail.com                    FB: Edward Wolvesville


[1] Saadi, K.Tres poemas de inspiración sufí. Periódico de poesía, Universidad Nacional Autónoma de México. https://archivopdp.unam.mx/

[2] Aguiar, M. (2001). Poesía y métrica árabes clásicas. Revista de Filología, Universidad de la Laguna. https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/91982.pdf

[3] Para mayor detalle pueden consultar el artículo Arte islámico. Más allá del Occidente: https://13deabril.com/arte-islamico-mas-alla-del-occidente/

[4] Una Sura es el equivalente de un capítulo en la Biblia, pero en el Corán, el cual contiene un total de 114. Al citar una Sura, normalmente se acompaña de una aleya, que corresponde a los versículos dentro del texto sagrado del catolicismo. De tal forma, para referir un apartado del Corán se utilizan números, por ejemplo 16,67, que se lee como Sura 16, aleya 67.

[5] Cfr. Aguiar op.Cit.

[6] Impresión de que una sola frase puede dividirse en dos, por ejemplo “Recurro a las letras como un adicto sin remedio”, la primera mitad sería “Recurro a las letras” y la segunda “como un adicto sin remedio”.

[7] Cfr. Eva  de Vitray va de Vitray-Meyerovitch: Mystique et poésie en Islam, Djalal Uddin Rumi et l’ordre des derviches tourneurs, Desclée De Brouwer, París, 1972, Ierardo, Estaban, op. cit.

[8] Paseo junto a mi tumba. Incluido en brazos del amado. Antología de poemas místicos (EDAF, Madrid, 2006).

[9] Fragmento de De un corazón a otro corazón. Incluido en brazos del amado. Antología de poemas místicos (EDAF, Madrid, 2006).

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