CRONICAS NO MARCIANAS. ¡Hora de pelear, Santa!

El teatro siempre ha sido una de mis pasiones. Quizás, ahora un tanto olvidada, ya que mis quehaceres musicales y el mismo celo de la música se han hecho prioritarios; pero al igual que esta última, me ha dejado muchas experiencias interesantes y anécdotas que contar, y esta sería una de ellas.

Entré a estudiar en el CEDART de Bellas Artes, Frida Kahlo (Centro de educación artística), porque me gustaba mucho actuar. En tercero de secundaria ya había dirigido una obra sin ayuda de ningún maestro y, ya había ido al teatro solo a ver muchas obras. Me gustaba mucho el escenario desde entonces, cosa que después terminé cambiando por otro tipo de escenario, pero, ¿por qué fue ese cambio? Esa es una historia que será contada en otra ocasión.

El primer semestre de la escuela era interesante. Nuestro grupo estaba formado por 18 mujeres y 7 hombres, lo cual, en la clase de danza, se veía muy normal. La mayoría de las mallas y leotardos eran de mujeres y pocos de hombre, pero en clase de teatro, algunas veces, en las obras escritas por dramaturgos, algunos personajes masculinos tenían que ser interpretados por mis compañeras, por la misma carencia de estos.

Para fin de año, teníamos que hacer una obra de época navideña. Podría ser una pastorela, pero al final, decidimos que sería una obra de teatro clásica mexicana: UN CUENTO DE NAVIDAD, escrita por Emilio Carballido, quien fue maestro de Tere Valenzuela, mi maestra de teatro en ese momento. Así que nos dimos manos a la obra, literal.

La obra, básicamente trata, de como dos hombres vestidos de Santa Claus trabajan afuera de centros comerciales tomándose fotos con los niños y escuchando sus pedidos para navidad. Uno de ellos, es el típico bien vestido y amable y, el otro, es un patán mal hablado, grosero y de barrio. En la obra se están peleando por el lugar para las fotos y por los clientes. En la asignación de papeles, a mí me tocó ser el fotógrafo del Santa Claus barrio, y justamente Tere, le dio el papel del Santa Claus barrio a un compañero que estaba recursando el semestre.

Tuvimos unos cuatro ensayos y todo iba bien. Faltaba un mes para la presentación y, el destino como es su costumbre, cambió las cosas.

Comenzaba una nueva semana. De repente, mi compañero Luis, que tenía el papel de Santa Claus  de barrio, llegó a la escuela con el brazo enyesado, lo cual, eran malas señales. A la hora de la clase de teatro, mi maestra casi se infarta de verlo así. Luego, pensó y nos comentó la posibilidad de que hiciera el papel así, pero era muy difícil, ya que justo en la obra hay una escena de una pelea a golpes que es el clímax de la misma. Entonces, mi maestra nos sugirió hacer la típica pastorela o presentar algo diferente, a lo cual dijimos que no, que mejor poníamos a otro Santa Claus.

Y justo en ese momento, le dije a Tere, YO PUEDO HACER EL PAPEL SIN PROBLEMA.

Mis compañeras me brindaron su apoyo y, dijeron lo mismo, JOSH PUEDE HACERLO.

Recuerdo como Tere se me quedaba viendo sin estar muy convencida de ello. Se le notaba en la mirada que quería cambiar de obra, aunque mi compañero enyesado apoyó la moción para que hiciera su papel. Después de estar un par de minutos en silencio, Tere, me dio luz verde, y me dijo que escogiera a mi fotógrafo.

Como ya no había hombres disponibles, me acerqué a mis compañeras a escoger. Le dije a una de ellas, ALGO ME VIBRO CONTIGO, después le dije a Tere en voz alta, KARLA TREVI SERÄ MI FOTOGRAFA. No se apellidaba Trevi, pero su parecido a Gloria Trevi era mucho, hasta en la forma de hablar.

Los ensayos fueron muy productivos, todo fluyo de manera especial. El otro Santa Claus, el bueno, por así llamarlo, lo hacía Marco Antonio, que fue uno de los primeros con los que me lleve en el salón. Era un poco más alto que yo, seguro media casi el 1.90; y sí, como con 40 kilos también más que yo. Así que esta misma amistad llevo a que los ensayos los hiciéramos con toda confianza incluso la parte de la pelea.

Llegó el último ensayo. Un día antes de la presentación y, a la vez, el último día de clases antes de salir de vacaciones. Ya tenía preparado mi vestuario y estaba listo para el gran día. El vestuario, al ser el Santa Claus pobre y barrio, lo hice con un pants deportivo rojo, pantalón y sudadera, ya usado. Compré un gorro de Santa que me quedaba chico, y el pants, lo llené de algodón en lugar de peluche, muy mal puesto. Así también hice la barba y el bigote. No me preocupé porque se viera la panza, tenía que notarse que era delgado y sin recursos.

Ese día hacía calor, aunque estábamos cerca de invierno. En lugar de irme a mi casa, pasé primero a visitar a mis abuelos, y ya de salida, casi de noche, me encontré a un amigo afuera de su casa y lo pasé a saludar.

Estábamos muy tranquilos, fumando y platicando, cuando sale Ivette, una vecina que, después de pedirnos un cigarro, nos dice que tiene una fiesta por el cumpleaños de su hermana, que podíamos pasar si queríamos. Como canción de Chava Flores, tal cual, nos metimos a la casa a comer un poco, unas tostadas, botana, pastel y, de tomar, nos ofrecieron Charanda, un aguardiente que les habían regalado justamente ese día. Yo nunca he sido de bebidas alcohólicas, pero acepté un par de tragos, sí ya sé, era menor de edad, pero pensé que no pasaría nada grave.

Antes de que fuera muy tarde, me despedí de la fiesta. Decidí ir a tomar el transporte para mi casa y llegar a revisar todo, una segunda vez, que no faltara nada. Hacía frío y yo no traía chamarra, pero llegué a la casa sin problema, dejé todo listo en una mochila y me fui a dormir.

Al día siguiente, desperté con un poco de dolor de cabeza, lo cual se me hizo extraño, pero no le tomé importancia, ya que iba de salida. Mi mamá salió a despedirme y yo traía la voz ronca, nada grave, seguro podría hacer la obra sin problema. Salí y tomé el transporte a la escuela. Todo iba normal hasta que llegué a saludar a mis compañeros: ¡Casi no podía hablar!, por más que trataba no me salía la voz. Eso fue solo el principio, al cabo de dos horas ya no tenía nada de voz. ¡La única vez en mi vida que me he quedado afónico y tenía que ser está!

La obra era a las 4:00 de la tarde y apenas eran las 11 a.m. Tenía que encontrar una solución rápida y, entonces decidí ir a una farmacia. Le dije a Marco que me acompañara. Estuvimos preguntando al encargado que nos recomendaba; bueno, el preguntaba porque a mí casi no me salía sonido.

Después de deliberar entre un abanico de opciones de jarabes, escogí uno que se veía potente y me lo compré. Nos regresamos a la escuela y, pensé solo por un momento, en tomar la dosis recomendada en la etiqueta, pero como no tenía tiempo para esperar resultados, le di un buen trago; y sí, después de una hora le di otro trago.

Evidentemente, no leí las contraindicaciones del medicamento, hasta que me empezaron a hacer efecto.

Me dio mucho sueño, sentía que me caía. Le dije a Marco lo que pasaba y, me acompaño al auditorio donde iba a ser presentada la obra. Ahí, en el piso, atrás de la última fila, acomodé mi mochila de almohada y me quedé dormido. Le encargue a Karla y a Marco, que me despertaran antes de la obra. Dormí confiando en que todo saldría bien.

Dormí.

Dormí.

Dormí . . .

En medio de algún buen sueño, un movimiento en mi brazo lo interrumpe y me regresa a la realidad, ¿Era Marco o Karla? No.

Nunca me llevé bien con el director de la escuela, de hecho, casi podría asegurar que me odiaba. La razón nunca la sabré, pero si notaba que le molestaba el saber y ver que me llevaba bien con el resto de la escuela.  Despertar y verlo, no era ni cerca de una grata imagen, y menos con esa cara de molestia que tenía, pero eso no fue todo. Al empezar a incorporarme del piso, vi que junto a mí, estaba acostada una compañera, igual de dormida que yo estaba. Era de otro año más avanzado, eso sí, pero ni su nombre sabía. Me quedé asombrado, sin saber que decir al director, y solo me reí de nervios. Era una imagen para mi muy cómica el no saber que había pasado ni porque estaba ella ahí. Sin decir nada, el director se fue. Vi entonces, que ya estaba mucha gente sentándose en sus lugares para ver la obra. Mi compañera se despertó y me sonrió, pero yo seguía atónito sin saber que pasaba, solo le dije HOLA Y ADIOS y, me fui al camerino a cambiar.

Ahí ya todos estaban muy arreglados. El traje de Marco lucia simplemente genial, un Santa Claus limpio, tal cual, como postal navideña llena de ese estilo clásico y refinado.

Yo, por otra parte, parecía Santa Claus después de haber estado tres semanas en una cantina, encerrado, ebrio, y sobreviviendo a un apocalipsis, con una actitud más de cine mexicano de fichera de los años 80s; pero, lo importante es  … que el milagro navideño se había dado, ¡mi voz había regresado!, aun así, le di otro trago al jarabe y me preparé para la obra.

Marco se me acercó. Aparte de preguntarme como seguía de la voz, me interrogó sobre qué haríamos en la escena de la pelea, porque en el ensayo siempre se veía de manera muy ligera y actuada, a lo cual le dije VAMOS A DARNOS BIEN PERO NO EN LA CARA, él se rio y me dijo ¡VA, SIN LLORAR!

La obra comenzó sin contratiempos. Recuerdo que uno de mis primeros diálogos, era algo así, gritando ORALE PINCHES ESCUINCLES YA LLEGO SU VERDADERO SANTA CLAUS CABRONES y, la voz salió ¡perfecta!

Seguimos adelante, como debía de ser, mejor que en los ensayos. El calor del público, las risas, el vestuario, las luces y todo creando un ambiente mágico y navideño; y sí, llegamos a la escena de la pelea.

Era muy cómico ver como el Santa Claus de Marco, se transformaba de un hombre recatado y educado a un peleador callejero, típico de videojuego. Ahora, solo visualizo el momento en el que estábamos ahí, uno frente al otro, con un letrero virtual arriba, ¡diciendo FIGHT!

Una patada mía a las piernas de Marco, mientras el me daba un derechazo al hombro. Yo, con la mano izquierda le arrancaba la barba de un tirón. El me abrazaba y me aventaba para tratar de hacerme caer, pero yo como gato callejero me mantenía en pie. Derechazos e izquierdazos, patadas, rodillazos y uno que otro abrazo, y cada que esto pasaba, le decía al oído PEGAME BIEN CABRÖN SIN MIEDO, y el igual me decía, ¿ESO ES TODO LO QUE TIENES?

Nos rompimos las cámaras de utilería en la cabeza, nos aventamos al público y acabamos la obra muy bien ovacionados, fue una diversión total y una lluvia de aplausos de esas que te llenan el corazón de alegría, que por supuesto nos dejó una calificación excelente esa vez.

Ya que salimos del auditorio mis compañeros estaban organizando la fiesta del after. Creo que, en casa de Karla Trevi, pero como de costumbre les agradecí y me regresé a la casa, aunque tenía voz, obviamente, estaba ya enfermándome y mejor decidí ir a descansar. Esa vez me quedaron algunas dudas y obvio enseñanzas.

  • ¿Quién era la compañera con la que me desperté al lado?
  • ¿La charanda me dejo afónico? (Nunca más volví a tomar una, por cierto)

A pesar de los golpes y que el día que no empezó bien, cuando haces lo que quieres y pones de tu parte, las cosas mejoran y terminas con una sonrisa en la cara. ¡El escenario es mágico de alguna forma y cura tus males también!

Josh Nébula

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Mexicano de nacimiento, musico profesional con más de 30 años de carrera, con estudios en el INBAL, Conaculta y Fonoteca Nacional. Principalmente involucrado en el rock original con varios discos grabados, también ha hecho participaciones en música par teatro, comerciales, cortometrajes y educación musical infantil. Cuenta, además, con estudios a nivel amateur en cine, tanto particulares como en el CENART. Apasionado cinéfilo y fanático de la gastronomía

Twitter @joshnebula                                          www.facbook.com/joshnebula

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