Crónicas no marcianas. Relato de pláticas paralelas.

El velocímetro del automóvil marcó una velocidad de 120 km/h. La siento en el viento que acartona mi rostro, pero que, junto al calor de la tarde y el olor del campo, se vuelve una sensación agradable, que me hace recordar el sentimiento de estar cerca de ella y, a su vez, me pone melancólico.

¡Y pensar que no iba a venir a tocar . . .!

Hace solo una hora, estaba sentado en las calles de Guadalajara, esperando mi transporte de regreso a mi planeta. Estoy lejos de casa, desvelado, sudado y ensimismado en mis pensamientos, cuando de repente, escucho una llamada avisándome que ya llegaron por mí. Volteo y veo al conductor haciéndome señas a lo lejos. Me acerco cargando mi guitarra y mi mochila y, después de unos saludos cordiales y una plática introductoria, abordamos el automóvil para el regreso, ¿quién diría que 20 minutos después ya parecíamos los amigos de siempre?

Nos detenemos a cargar gasolina y nuestro tercer acompañante, igual de amigable, se baja para comprar su propio combustible; lo acompaña en brazos, un pequeño cachorro pitbull que no tiene más de dos meses de vida. Al regresar al vehículo, con sus cervezas y bebidas para nosotros, puedo notar que también tuvo una noche de desvelo.

Música alta, risas y pláticas cotidianas. Nos empezamos a conocer los tres. Cada quien, participando con un poco de su vida y de su perfil, de sus recientes experiencias y del porqué estamos viajando juntos en ese momento. Promete ser un viaje más agradable que aquel que me llevó ahí hace dos noches, pero al final, vale la pena ir apretado parte del camino y encogido de las piernas: sí, para quienes no lo sepan, es una terrible desventaja tener estatura mayor del promedio.

Un concierto más el día de ayer. Estuvo lleno de gente extasiada y alegre, de bebidas embriagantes y de humos de diversos aromas. En este viaje de regreso, por momentos, alterno mis pensamientos presentes con los recuerdos de la noche anterior, para no recordar el mar y el sol, para no pensar en ella, en lo que pudo ser y no fue, en la avalancha de sucesos que en tan poco tiempo pasaron, en el camino que uno decide recorrer en la vida.

Afortunadamente, o eso creía, en ese momento de introspección, hasta que el conductor del auto interrumpe mis pensamientos con pláticas singulares, al estilo guía de turistas. Me cuenta todo lo que pasa y ha pasado por cada poblado que vamos bordeando, me llena de anécdotas y de sabores sobre todo lo regional, hasta acabar en una futura invitación a conocerlos.

Todo iba muy bien en este viaje, hasta que el destino, que se comporta irónico e hiriente. Empieza a retomar esa herida de una forma disimulada, cuando nuestro guía en el viaje, en un movimiento inesperado empieza a narrar . . .

_» Esto ni a mi familia o hermanos lo he platicado, pero me enamoré de una mujer que conocí gracias a grupos de música donde compartíamos nuestros gustos melómanos, nuestras experiencias en conciertos y viajes. Comenzamos a interactuar hasta que poco a poco nos conocimos más y más. Nos llamábamos en secreto e intensamente hasta que vencimos el miedo o, quizás la pasión, nos ganó y comenzamos a vernos. Esta es una relación en la que, aunque nos amamos, no podemos estar juntos, quizás, por nuestro orgullo o porque no sea tiempo, pero nunca he sentido eso por nadie . . .¿Te ha pasado eso amigo? », pregunta al momento que me voltea a ver

Siento un fuerte escalofrío que me recorre, mi pecho se encoge y la garganta se me cierra, quizás, por el vacío que se me forma en el estómago o por la humedad que empieza a formarse en mis ojos. Tartamudeo un poco, sin decir más que pocas sílabas sin sentido, respiro para controlar mi cuerpo disfuncional en ese momento . . . y le confieso:

_»Si, sé lo que es eso. Sentir que puedes ser tú, sin importar nada más. Descubrir esa conexión que nunca habías sentido, saber que estas donde siempre quisiste, donde quieres detener el tiempo y hacer eternos esos momentos. Sé que es despertar y dormir pensando en la misma persona cada noche, buscando su perfume guardado en cada sábana y en cada pieza de ropa que traías al verla, o hablarle a cada fotografía donde la ves. Sí, sé lo que es eso »

Suena la canción de los sabios . . .

Atónito y boquiabierto nuestro tercer acompañante guarda un silencio sepulcral ante esta plática que al haber empezado cotidiana e irrelevante, se volvió íntima y profunda. No sé si lo que veía en él era incomodidad o asombro, o si solo se sentía vulnerable al escuchar esas declaraciones, pero si recuerdo, que eso incrementó su silencio todo el viaje.

El piloto asiente a lo que le digo, diciendo

_» Sí, es así. Sabes que eso no lo sientes con cualquiera, que quizás solo pasa una vez en la vida, y no sé qué tengo que hacer porque no hablamos hace tiempo, ¿Qué hago? »

No puedo dejar de empatizar con lo que cuenta. Obvio, al verlo, veo mi reflejo en él, escucho mi voz en su voz, sé por lo que está pasando en este momento.

_“Ya sé, ya sé . . . comienzo a hablar, a decirle  lo que quizás, me hubiera gustado que me dijeran: » Amigo búscala. Si sabes lo que sientes y, lo que ella siente, ¡solo llámala, quizás no haya otra oportunidad!  A veces, decimos adiós cuando no lo sentimos ni lo deseamos. Después nos arrepentimos, viviendo día a día con el sentimiento de lo que hubiera pasado, queriendo regresar el tiempo y que todo sea diferente. Si eso te hace feliz, hazlo, llámala »

Se queda pensativo, como sopesando cada palabra que le dije. Se ve el conflicto en su rostro, ¡quiere hacerlo! Pero trae una batalla interna, como todos, como yo mismo, que en ese momento guardo silencio y dejó que la música de fondo haga su trabajo mientras reflexiono.. . .

Quizás, el ser músico debería de hacer más fácil el expresar lo que uno trae adentro, ya que cada concierto lo realizas para muchos desconocidos, pero en estos momentos, al igual que en la música y en el arte, las cosas solo fueron fluyendo, conectando a dos desconocidos con experiencias similares, con emociones guardadas y que en una carretera salieron, sin solución, sin esperanza y solo recordando lo que fue . . . Por supuesto, fuimos cambiando la plática como buenos entes masculinos para evadir el volver a sentir eso, retomando otros temas, pero incluso al día de hoy, sabemos que esa charla hizo eco en el futuro y que tuvo consecuencias en nuestro pensar. 

Horas después nos despedimos. Seguimos cada quien su camino, dejando la semilla de una amistad que se creó en carretera ese día. Me regreso pensando en cómo el universo te conecta con personas, algunas en amistad y algunas en amor, pero todo deja una huella, algunas más difíciles de borrar. Parafraseando una canción, me quedo diciendo » Lo intente, lo intente, hoy tu recuerdo es un pájaro, que bate sus alas detrás de mí y guarda en su pico tus labios».

Nota: Las fotografías que ilustran este artículo son de Alejandro Cruz González.

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Josh Nébula

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Mexicano de nacimiento, músico profesional con más de 30 años de carrera, con estudios en el INBAL, Conaculta y Fonoteca nacional, principalmente involucrado en el rock original con varios discos grabados; también ha hecho participaciones en música para teatro, comerciales, cortometrajes y educación musical infantil. Cuenta además con estudios a nivel amateur en Cine, tanto particulares como en el CENART. Apasionado cinéfilo y fanático de la gastronomía.



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