“Triste ciudad, flor de metal”, es el verso que inspiró el nombre de este inusual grupo musical en los años ochenta. Grupo que contó con la participación de ejecutantes de gran calidad, cada una en su instrumento. El nombre que eligieron las llevó a tener confusión sobre el género musical que tocaban, ya que no, NO tocaban metal.
La versión más formal del mismo, llevó a 3 chicas a protagonizar su propia música y lírica. Su carrera fue muy reducida, pero sus logros fueron importantes. Es sin duda, una agrupación que vale la pena conocer. Obvio, no fueron la primera banda de solo chicas que la escena mexicana ha visto, pero sí, una de las más inusuales y con mayor complejidad en su propuesta. En el marco del mes donde se conmemora El Día Internacional de la Mujer (y sin caer en rollos extremistas), aquí se las presento.
Flor de Metal se formó a mediados de los años ochenta en la Ciudad de México, tuvo varias (y varios) integrantes en su haber, ya que funcionó como medio de expresión juvenil en el tiempo en el que aún estaba en formación. Gabriela García y su hermana Angélica, tocaban violín y guitarra. Además, cantaban (específicamente Angélica). En la infancia, ambas chicas, tuvieron acercamiento a la música por medio de sus padres, quienes venían de generaciones subversivas por el movimiento estudiantil del ’68. En las fiestas familiares las hacían cantar canciones de trova e incluso de protesta.
La primera versión del grupo se asumió dentro del género de “canto nuevo”, en el que estaban fuertemente inspiradas por cantantes del folclore latinoamericano y la música de protesta. Gabriela y su hermana invitaron a la joven flautista Sibila de Villa, quién en algún momento de su juventud tuvo por influencia cercana asistir a los llamados “hoyos funkys” y, ver las actuaciones de grupos como El Tri y Botellita de Jerez, por ejemplo. Ella, además participó en el filme “Un Toke de Roc” de Sergio García Michel.
Hubo varios movimientos dentro de la alineación; había chicas que tocaban percusiones, arpas, pianos, alientos y demás guitarra y violín, al grado de haber llegado a parecer más una pequeña orquesta. Posteriormente, deciden reclutar a la baterista Norma, pero después del primer ensayo el grupo se desarmó. Después de ese truene, Gabriela y Norma, deciden continuar y Sibila, que tocaba flauta decide regresar esta vez tocando saxofón. A la salida de la hermana de Gabriela y de muchas de las otras integrantes de esta especie de “taller/colectivo”, quedaron solo Gabriela, Norma y Sibila componiendo. En un intento por incluir más poder a su música se agregó la bajista María Elena Sánchez, quien venía de tocar en un grupo de rock de breve vida llamado Crisálida (junto con la misma Norma) y, su mayor influencia era el rock duro y el rock progresivo setentero. Sin embargo, al poco tiempo también se retira.
Después de algún tiempo tocando canto nuevo, y de ver ir y venir a integrantes varias, el grupo se quedó como trío; voces y teclado: Gabriela García, saxofón: Sibila de Villa y batería: Norma López. Las composiciones comenzaron a edificarse y tomaron forma en sonidos muy variados, la misma alineación de los instrumentos así lo presagiaba ¿A qué podría sonar un trío musical que cuenta con sólo batería, voz, teclado y alientos? Sonaba a muchas cosas; tintes de jazz y blues, en momentos un poco de ska y reggae. Ciertas canciones recordaban al pop y también a la balada, pero también tenían el poder del rock en gran medida; encuadres de nostalgia, paisajes callejeros. En cuanto a la lírica, se metían en temas de erotismo y sexualidad, romanticismo, urbanidad, etc… No podemos decir que Flor de Metal haya sido, como tal, una banda de rock estrictamente, ya que sus matices eran varios; sin embargo tuvieron cabida en lugares propios del rock como Rockotitlán, y alternaban con propuestas musicales de la época como Real de Catorce, Nina Galindo, y nóveles agrupaciones de ese entonces como Maldita Vecindad y Café Tacvba. Es considerado “mítico” ese concierto Por la Paz realizado en el espacio escultórico de Ciudad Universitaria en 1990, donde alternaron con Betsy Pecanins, Real de Catorce, Santa Sabina, Crista Galli y Aleación 0.720. Un evento que convocó tanto a los artistas, como al público a hermanarse por la paz e incluso vestir de banco mientras el evento durara.
Durante la vida activa de esta peculiar propuesta musical, el grupo gozó de gran aceptación por parte del público ávido de escuchar música alternativa. La cumbre del grupo llegó de la mano de la salida de su primer y único LP, bajo el sello “independiente” Discos Pueblo, famosa por su distribución de música del folclore popular. El LP contiene 9 canciones, todas de la autoría de Gabriela García en las letras y, la banda entera aportando musicalmente. El nombre del álbum es “Ciudad Azul” y vio la luz en 1990. Las canciones destacan por su gran calidad interpretativa tanto musical como vocalmente. En todas, la trabajada voz de Gabriela luce intensa y con fuerza, pareciendo que se tratara de una cantante de gran preparación y experimentada (tal vez de mayor edad), contrastando con la edad real de ella, quien aún no llegaba a los 30 años. El saxofón de Sibila (también muy joven), reluce e ilumina cada composición, existiendo así también espacios de improvisación que dan fe de su vocación musical; pudiéramos decir que el saxofón es casi la mitad de cada canción. La batería resuena con intensidad y es el elemento crucial por el cual Flor de Metal fue considerado dentro de la escena del rock local, ya que hay atisbos frecuentes de rock duro y progresivo que se notan en la incorporación de la batería en las canciones. Las piezas que más destacan es la que le da nombre al disco “Ciudad Azul”, misma que es casi fílmica, nostálgica y con un final callejerísimo que recuerda noches húmedas por la lluvia. “Hotel” es una pieza meramente erótica pero cadenciosa, festiva y audaz, como también lo es “Ganas”, cuyas insinuaciones sexuales del lado femenino son provocativas pero sin llegar a ser vulgares. “Reputación” es contundente y enérgica, es como un reclamo al “otro”, pero a la vez a sí misma (hablando por la autora). Sin lugar a dudas, pese a la brevedad del disco, es una pieza clave para entender lo que han hecho las mujeres en la escena alternativa en México, como después lo hicieran cantautoras como Carmen Leñero, por ejemplo, o bandas femeniles como Aurora y La Academia (en términos de rock pop más comercial), hasta Las Ultrasónicas.
En el año 2005 tuvieron el placer de volver a juntarse para recordar y tocar todos sus viejos temas, por lo cual, su público quedó sumamente complacido y, aunque la reunión no sirvió para que el grupo retomara actividades, al menos quedó grabado un testimonio en la forma de un álbum en vivo, donde vienen incluidos un par de temas inéditos y sus canciones ya conocidas, algunas con arreglos nuevos. El material solo se editó en formato digital (Discos Pueblo nunca quiso editarlo en físico).
Así cerramos pues, esta serie de 3 artículos en donde hablamos sobre bandas mexicanas que han quedado en el olvido masivo, pero cuyas aportaciones son profundas e importantes para la salud de la misma escena y, claro, para el disfrute de la música de quienes la ejecutan.
Helios Rodríguez
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Estudié gastronomía quien sabe por qué, aunque me apasiona la cocina. Apasionado de coleccionar música en formatos físicos. Entusiasta de las artes gráficas y plásticas y aficionado a su práctica. Me encanta el rock mexicano en todas sus expresiones, desde lo muy comercial hasta lo más subterráneo.