Crónicas no marcianas. Relato de un concierto callejero

¿Debería de pararme o seguir recostado? Los rayos de sol, avanzado ya el mediodía, me provocan este disgusto y hastío que me llega por la luz excesiva de la calle.

El tiempo pasa lento aquí …

El cemento de la jardinera se siente reconfortante después de un viaje largo de 3 horas. No obstante, la presencia de la basura alrededor del lugar, sin duda lo hace verse mal; cosa que, a las decenas de hormigas cercanas, no les afecta en lo más mínimo.

Recibo un mensaje telefónico preguntándome ¿en dónde estoy? Escribo mi respuesta inmediata – El indigente que veas acostado, aquí en Regina, con una funda de guitarra, mochila y lentes obscuros, soy yo- contesté jocoso.

-‘Voy retrasado- leo como respuesta en el celular, mientras me cubro del sol.

A mis espaldas, escucho una conversación en inglés. Al poner atención a la guía de turistas, descubro como, algo que sigue vendiendo México al mundo es el folklore de las historias de miedo. ¿Acaso todas esas historias de apariciones en la Iglesia y en las casas alrededor serán ciertas?  ¿O será solo un truco de ella para ganar una buena propina? En mi cabeza corren muchas ideas de caza fantasmas extranjeros tratando de grabar algún suceso sobrenatural, para después subirlo a redes a cambio de unos likes, que tanto alimenta egos en estos tiempos. 

Absorto en mis pensamientos, escucho una voz que me dice – Queremos rock carnal-

Volteo. Veo a una persona que evidentemente vive en la calle, con el mismo hastío y cansancio que yo, lo cual, me hace preguntarme si esto será un nuevo virus o solo un reflejo de la vida adulta. El extraño se acerca y comienza una plática. Al mismo tiempo que lo escuchó, lo veo atentamente.

Al principio, me pareció una persona mayor que yo: lleno de canas y desaliñado, con ropa que conoció mejores momentos, pero entera. Me cuenta su historia:

-‘Yo fui músico hace algunos años. Tocaba en muchos bares y en fiestas, pero tuve un problema con un wey, por estar yo interesado en una mujer prohibida, me mandó golpear, cosa que no logró ese wey. Al final, el que terminó peor fue él, pero lo malo es que uso sus influencias y me metió al bote 10 años. Hace poco salí, pero ya no me acerco a donde vivía antes. Mis hermanos no viven ya aquí y mis padres murieron. Estoy solo, viviendo en la calle, cuidándome cada noche que no me hagan nada. La calle es traicionera hermano. Mira, aquí me cortaron.

Veo una herida reciente en el hombro izquierdo, ya cerrada y no profunda. Veo esa mirada que me dirige por un momento, salvaje y desafiante; la cual, sin temor y sin sentirme intimidado sostengo, tratando de adivinar sus acciones siguientes. Él me dice:

-Mi vida, la veo ya sin sentido, ya no tengo ganas de nada, solo de un día quedarme dormido y no despertar. Mi única ilusión sería dormir en paz en algún lugar, sin temor a que alguien me ataque de noche. Descansar en una cama. Ya estoy muy viejo para tener trabajo y volver a tocar, todo esto se acaba con la edad. Lo bueno es que tú estás chavo y todavía puedes hacer muchas cosas.

Mi instinto me hace reírme de lo último que dijo. No puedo evitar preguntar -¿Cuántos años tienes?»

A lo cual responde – cuarenta y seis- Es difícil no esbozar una sonrisa larga hacia él y decirle mientras le doy un golpe en el hombro – Wey, soy mayor que tú . . .

Después de decirle eso, solo veo su cara de asombro que me ve de pies a cabeza, diciéndome lo obvio para él – Te ves más joven que yo-

A lo cual, ya no contestó nada al respecto. Concluyo con un breve – Ahorita te veo que ya casi voy a tocar-

Se queda cerca del escenario callejero que tuvimos ese día. Lo observó mientras toco. Lo veo olvidarse de su realidad, bailando, descansando a veces, disfrutando una silla frente al escenario, del calor del público y, de estar ahí, cerca de personas sin sentir el rechazo social que a diario lo persigue. 

Termina el concierto con mucha emoción en la audiencia. Poco a poco se empieza a retirar cada persona del público, menos él. En un momento se acerca y me dice – Hoy hiciste que renaciera. Pensé que no podía hacer más de mi vida, pero al verte pensé que quiero volver a tocar y no me importa, lo haré. Quiero estar ahí, donde estabas tú. Me inspiraste a volver a perseguir ese sueño, muchas gracias por esto-

Estos momentos, son los que cuando pasas horas estudiando y tocando, hacen que sepas que todo valió la pena. Sonrío hacia mis adentros al escuchar sus palabras y le digo que sí, que lo logrará.

Acto seguido, me pide mi teléfono, a lo cual, extrañamente se lo presto. Me dice que le marcará a una ex. Lo que me parece, creo, sin temor a equivocarme, es el principio de retomar esa vida que perdió hace años. Lo veo hablar por teléfono por casi 10 minutos, solo imaginando como esa decisión debió costarle enterrar mucho orgullo y los fantasmas que lo han perseguido tanto tiempo, pero sin duda, es un buen momento para hacerlo.

Va llegando el ocaso, al tiempo que me devuelve el teléfono. Me agradece de nuevo, infinitamente. Mientras se despide y se va alejando, desapareciendo entre el ruido del tráfico del centro de la ciudad, solo espero que un día su sueño se haga realidad y renazca como Fénix de entre las calles.

Todas las fotografías usadas en el relato son de Arte Luna

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Josh Nébula

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Mexicano de nacimiento, músico profesional con más de 30 años de carrera, con estudios en el INBAL, Conaculta y Fonoteca nacional, principalmente involucrado en el rock original con varios discos grabados; también ha hecho participaciones en música para teatro, comerciales, cortometrajes y educación musical infantil. Cuenta además con estudios a nivel amateur en Cine, tanto particulares como en el CENART. Apasionado cinéfilo y fanático de la gastronomía.

Twitter @joshnebula                                                           www.facebook.com/joshnebula


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