Por segunda ocasión tengo la dicha de escribir a manera de festejo, ya que en esta entrega cumplo dos años de trabajo ininterrumpido en la revista 13 de abril, la cual me ha abierto la puerta no sólo en un espacio virtual, sino la de mi propia imaginación, ingenio y curiosidad por seguir aprendiendo del maravilloso mundo del arte, en todas sus manifestaciones. A medida que conozco el trabajo de diversos artistas y conforme pulo el propio, me doy cuenta de la inmensa profundidad que tiene, bien diría uno de mis mejores amigos, hacen falta cientos de vidas para poder disfrutar de cada creación y, probablemente, no sería suficiente. Sin más preámbulo, aquí el recuento de este lapso:
Durante este segundo año de trabajo el río de tinta me llevó a descubrir la esencia oculta de la misma realidad, a través de las esculturas del Maestro Mario Alfaro, en las que la nostalgia habla a través del misterio, de la luz y de la sombra, como una reinterpretación cambiante del entorno.
La corriente empujó mi embarcación literaria a un montón de sororidad, talento y hermandad, en el que tuve el placer de conversar con Lorena Ruíz, Nubia Jaime y Jimena contreras, personas por demás destacadas en su labor artística en lo individual, así como en lo colectivo, a través de las Montoneras, que cada día que pasa ganan terreno en la historia del arte, enalteciendo el nombre de las mujeres con un feminismo consciente y libre.
Mi siguiente parada fue en la reflexión de aquello que culmina y en cómo es necesaria la vida para hacer arte y el arte para tener vida. Se fue un año, decenas de días y horas, sólo para traerme de nuevo a este momento en el que nuevamente se repite el ciclo, como el de los artistas que llevaron su andar al camino de la trascendencia, pero nos dejaron su legado de sonidos, formas y colores.
No obstante, el final sólo es el preludio de un nuevo comienzo, como esta conmemoración de dos años de letras y su correspondiente continuidad. Así, mi barquita se detuvo para permitirme pensar en el valor que tiene el intentar cosas nuevas o aferrarse a lo conocido, como un punto de partida y cambio de paradigmas. Un lugar a cambio de nada, incertidumbre con ilusión de fama o mantenerse firme sin desertar de nuestros sueños y más preciadas metas porque hay oportunidad en lo desconocido.
Pensar en explorar nuevos horizontes, me llevó a escuchar música que nace del corazón, como la que hace la increíble compositora Nubia Jaime Donjuan, a quien admiro profundamente no sólo por su brillante carrera, sino por la pasión con la que vive su arte en un espectro inmenso de formas musicales.
Con el corazón inspirado, volví a sentir la magia del escenario, un placer reservado a quienes desean construir utopías desde una hoja en blanco, como la representación del semillero de ideas que alimentan a los artistas para continuar de pie en su camino con nuevos bríos que, bendecidos por la fortuna, terminarán en vítores y una marejada de aplausos.
Y, con tal suerte corrí que en esta travesía conocí a un ejemplo de los aplausos y vítores, de la inspiración y los mundos alternos, nacidos desde el talento multifacético de Maglog Orozco, quien no se conforma con una sola cosa y es excepcionalmente buena en cada actividad que hace, como la música, el teatro, el cine y el doblaje, o su férrea postura en pos de los derechos de las mujeres.
Azaroso río de tinta que me llevó a lugares insospechados, cuánto le agradezco el haberme puesto frente a la sabiduría y la experiencia, en la cronología de una vida, de la pizarra a la dirección, a través de la historia del Maestro Francisco “Paco Guerrero”, quien nos narró sus vivencias en el séptimo arte bajo la frase ¡Corte, cámara, acción! Qué fortuna la mía el haber rendido un humilde homenaje a su enorme trayectoria, y aún más, el haber conversado de viva voz con un ser humano tan cálido y sincero. Larga vida al Maestro.
Pero no todo lo que plasmé fue inspirado en la habitual tranquilidad que se esperaría del arte, también me impulsaron la adrenalina y el desenfreno, como un estilo distinto, más fresco, algo nuevo más allá de lo que había estado haciendo. El arte, como he dicho, tiene infinitas caras. De un momento a otro creció el caudal del río de tinta, solo para mostrarme que en las expresiones artísticas tienen variantes más enérgicas y vertientes urbanas, como sucede con la música y el rock, y dentro de este el peculiar Psychobilly.
Sin embargo, todo tiene un contrapeso, por lo que además del ruido, pude percatarme del poder que tiene el correcto equilibrio entre los sonidos y el silencio, porque donde callan las palabras, habla la música, para representar historias sin emitir una sola palabra, como magistralmente hacen Lorena Ruíz Trejo e Isaac Gutiérrez Valero, en su Dúo Pantomima, que nos obsequia una propuesta de cine silente, repleto de sonidos que evocan desde misterio y sospecha hasta emoción y delicadeza.
Mi recorrido terminó como un resumen de mis vivencias, en el que me plantee la pregunta ¿Para qué sirve escribir? Sin lograr una respuesta satisfactoria pero suficiente para calmar mi inquietud, concluí que si la lectura es el medio que nos transporta al paraíso a través del pensamiento, la escritura es el camino que nos conduce al mismo, como principio y final, causa y efecto, ya que todo lo que nos rodea tiene algo que decir, porque el universo guarda secretos que esperan a ser descubiertos y, una vez escritos, nos unen de nuevo con lo etéreo.
No me queda más que agradecer a la revista XIII de Abril (En romano porque me parece más elegante) por la oportunidad que me da de continuar plasmando mis ideas, así como de hablar de arte y artistas excepcionales. Gracias también a las Maestras Lorena Ruiz, Nubia Jaime, Maglog Orozco y Jimena Contreras; a los Maestros Francisco Guerrero, Mario Alfaro, e Isaac Gutiérrez por compartir su talento y colaboración.
Por último, infinitas gracias a todos nuestros lectores porque, sin ustedes, no tendríamos dos años de trabajo, ni podríamos seguir contando ni pensando en el futuro. Que el arte siga siendo el motivo de muchas horas de lecturas amenas. Así comienza un nuevo ciclo, que vengan muchas cosas nuevas.
“La vida se comprende de ciclos y debemos saber cuándo es tiempo de cerrar uno y empezar otro”.
-Carlos Santana
Mario Eduardo Villalobos Orozco
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Doctorante en Finanzas por el CESCIJUC, Maestro en Finanzas por la Universidad del Valle de México; es licenciado en Derecho y licenciado en Economía, graduado con mención honorífica, por la Universidad Nacional Autónoma de México; además es músico egresado de la Escuela de Iniciación Artística número 1 del Instituto Nacional de Bellas Artes, autor del poemario Cartas a la Lluvia, y colaborador de la revista 13 de abril, desde abril del 2021.
Correo: mevo_vook@hotmail.com FB: Edward Wolvesville