Escribir ¿Para qué?

Todo lo que nos rodea tiene algo que decir, el universo guarda secretos que esperan a ser descubiertos por los aventurados que no tengan miedo a recibir una mínima porción de la verdad que no depende del juicio de los seres humanos. Alguna vez, mi padre me dijo que cada día hay que guardar un poco de verde y un poco de azul y hoy, con el paso de los años en mi piel y en mi consciencia, al fin comprendo la profundidad de sus palabras. La vida tiene tanto que contarnos, sólo debemos poner atención, escuchar sus historias y aprender las lecciones ocultas en las nubes, en los árboles, en el viento; en la mirada de un niño, el abrazo de una madre o en la misma angustia que causa la muerte.

Basta con detenerse un instante y realmente querer reparar en que la dulce voz de las musas nos habla al oído todo el tiempo, nos susurran las respuestas que buscamos pero, por más que intentamos, no podemos encontrar, a causa de la sordera que voluntariamente nos hemos impuesto. La divinidad nos rodea en infinitas formas, como arte o conocimiento; no es casualidad que los griegos aludieran a las musas, como una inspiración superior, proveniente de las deidades.

Habitualmente expresaría el mensaje de esta entrega en términos musicales; sin embargo, las letras también han ganado un lugar especial en mi día a día, porque la palabra lo mismo crea que destruye, porque a través de ellas también es posible traducir el lenguaje del universo, de aquello que nos concedió la existencia. Así, en vísperas de cumplir dos años escribiendo mis ideas en este espacio (Y un poco más de manera independiente) hago esta apología al valor que tiene la capacidad de escribir, cuando se hace desde el corazón y el alma, desde el origen más sublime, desde el arte…desde lo humano.

En alguna ocasión referí que la lectura es una poderosa herramienta que no sólo implica tener un libro en la mano, sino la comprensión del contenido, además de adquirir conocimiento y la oportunidad de dar rienda suelta a la imaginación, como si no existieran límites. Así, pues, el valor de escribir recae en el hecho que cada oración que se plasma en algún lugar, es la semilla que germinará en cada persona que se encuentre con ella, es un origen con infinitas ramas, como un fractal que se extiende infinitamente en cada repetición de la misma idea aunque con sutiles irregularidades, producto de la interpretación de cada lector. Es metafóricamente un caleidoscopio, pues lo que proyecta la imaginación, equivale a mirar una imagen bella (καλός “bello”, εἶδος “imagen” y σκοπ “ver”). Escribir es, entonces, revelar y perpetuar el mensaje de las nubes, de los árboles, de la muerte o la mirada de un niño.

Escribir es una oportunidad para crear realidades, para revivir momentos e incluso personas. El abecedario es un infinito de posibilidades, una historia de amor jamás contada o una que reivindica una que jamás pudo suceder; puede ser un canal en el que las inconformidades se transforman en una cruda crítica o puede elogiar desenfrenadamente; puede ser la voz de quienes callan por miles de razones, como el poeta que anhela a su amada o los inocentes asolados por tantas injusticias.

Si la lectura es el medio que nos transporta al paraíso a través del pensamiento, la escritura es el camino que conduce al mismo. La escritura es principio y final porque es causa pero también efecto, es la consecuencia natural de guardar un poco de azul y un poco de verde, es el resultado de poner atención a la naturaleza, al silencio, a los detalles pequeños. Escribir es un regalo que nos une de nuevo con lo etéreo, con la esencia que nos obsequiaron los dioses para expresar limpiamente nuestras emociones y sentimientos.

“Escribir es la forma más profunda de leer la vida”

-Francisco Umbral

Mario Eduardo Villalobos Orozco

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Doctorante en Finanzas por el CESCIJUC, Maestro en Finanzas por la Universidad del Valle de México; es licenciado en Derecho y licenciado en Economía, graduado con mención honorífica, por la Universidad Nacional Autónoma de México; además es músico egresado de la Escuela de Iniciación Artística número 1 del Instituto Nacional de Bellas Artes, autor del poemario Cartas a la Lluvia, y colaborador de la revista 13 de abril, desde abril del 2021.

Correo: mevo_vook@hotmail.com                FB: Edward Wolvesville

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