Un año de trabajo y contando. Reflexión sobre una etapa inesperada. Por Eduardo Villalobos.

Cuántas vueltas da la vida, no me queda duda, giros inesperados que en ocasiones traen un poco de sal a los ojos pero, en otras, nos regalan la dulzura (o el sabor que más les guste) de poder disfrutar de hacer algo que nos apasiona. Yo soy de los afortunados que han probado ambos sabores, en ese orden y, qué fortuna la mía, sigo gozando con el corazón el segundo.

 

Sí, además de dedicarme a la música, a la que le profeso el amor más profundo y fiel que puedo dar, también amo escribir, porque es parte de mi experiencia, de mi día a día; en las letras hay una parte de mi vida que es desconocida, no sólo para quien por alguna razón me lee, sino para mí mismo, pues en cada oración que nace de la tinta o del teclado de una computadora, hay algo nuevo que ignoraba, un sentimiento, una idea o incluso fantasías pues, como diría Lorenzo Orihuela Flores, escritor e historiador al que tuve el gusto de conocer en Malinalco, la literatura (y otras formas escritas) es el lugar en el que se construyen legítimamente las mentiras que, irónicamente, nos gustan.

 

Aunque me gusta jugar a la poesía y crear historias, si alguien me hubiera preguntado si estaba en mis planes escribir en una revista acerca del arte y, entre otras actividades, realizar entrevistas a talentosísimos artistas, la respuesta seguramente hubiera sido no, casi rotundo, porque además de Dios, confío en las matemáticas y las probabilidades.

 

No obstante, como era de esperarse en esta azarosa existencia, casi nada ocurre como estaba planeado y, como muestra de lo dicho, sin siquiera imaginarlo, un 13 de abril de 2021, a las 12:23, recibí un mensaje de mi amigo Sergio Quintanilla Cárdenas, quien en una llamada posterior, me invitó a participar en este maravilloso proyecto que lleva por nombre tal fecha: 13 de Abril. Debo decir que en esta parte de la historia hay algo mágico y curioso que resuena con algunas de mis creencias, específicamente con la de estar convencido de que los números esconden mensajes poderosos, por lo que no puede ser casualidad que los componentes del día, mes, año y hora, sean 0, 1, 2, 3 y 4, como una escalera que asciende. Un camino que comienza y se abre paso, como lo hace el arte.

 

Así, con la sincronicidad de mi lado, estoy seguro de que esta experiencia por demás inesperada, es la oportunidad perfecta para mantener el lazo vital que me une al arte, pero ahora no sólo como artista, sino como divulgador de una de las tareas más nobles de la humanidad, a través de la visión de otros colegas que dedican sus horas para expresar el lado más hermoso de las emociones en sus diferentes formas, como la música, el teatro, la fotografía, la pintura, la escultura… y tantas otras formas que abren la puerta para explorar, aprender y, sobre todo, continuar escribiendo.

 

Si hago el recuento de este año de trabajo (Y no, no es un error de cálculo, ya que la revista tuvo un breve receso), esta es, increíblemente, la entrega número doce, la cual celebro agradeciendo a los maravillosos artistas que han hecho posible llegar a este punto. Agradezco a mi querida Lore Ruíz (Con quien tengo una entrevista pendiente) por compartir el ritmo de su talento; a la Maestra Oralia Morales, por el ejemplo de tener valor y agallas para no desertar de esta noble labor; a mi querido Maestro David Sortibrán Serrano, Q.E.P.D., por sus valiosas enseñanzas; a Fer y Mary de Los Cantaritos Grill, por mostrarnos que en el sazón de la comida, además de cultura, hay estética; a Omar Jiménez y Löwen, La Manada, por su ímpetu y originalidad; a Lorena Santbrown, porque en el arte como en la vida nada funciona si no hay un tejido que una sus componentes; a Daniela Aquilia, por compartirme sus colores y texturas, además de permitirme romper fronteras; y, finalmente, a Luis “Luisito” Londres, por ser la prueba de que no siempre la escuela hace al artista, sino que es el artista quien hace escuela.

 

Para continuar con la reflexión, nuevamente pregunto ¿Qué es el arte?, una cuestión sin novedad en su planteamiento pero sin respuesta sencilla. Mientras más escribo al respecto, más me doy cuenta de que no es posible definirlo, ya que, como diría mi amigo Omar Jiménez, de Löwen, si el arte se limita, entonces deja de serlo. El arte es sentimiento, pasión e incomprensión, pero también es un cúmulo de frustraciones, una lucha constante contra la indiferencia y el olvido. El arte es vida, pero también es trabajo e incluso un negocio lucrativo y acotado que no permite florecer a muchos talentos que buscan una oportunidad para darse a conocer más allá del público cercano que constituye la familia y los amigos. El arte es inherente al ser humano, pero el ser humano es selectivo, crea mercado, tendencias, límites y, lamentablemente, es responsable de frustrar sus propios sueños, o los de muchos por beneficiar a otros. El arte tiene infinitas caras, bellas, duras, luminosas y oscuras; el arte da pero jamás quita, es una fuente inagotable que se alimenta del alma y el corazón. El arte es un aplauso, pero también es fracaso y esfuerzo. El arte es vida porque, aun después de la existencia física de su creador, trasciende a la muerte.

 

Así las cosas, no puedo hacer más que reiterarles que se acerquen al mundo del arte, no sólo el de las galerías famosas o el de los grandes teatros o salas de concierto; disfruten del trabajo que los rodea, de aquellos que perteneces al hermoso gremio artístico y buscan una oportunidad cada día, les aseguro que tendrán una grata sorpresa. No duden en difundirlo, de salirse de la rutina para explorar el universo que hay detrás de una canción, una pintura, un poema, un dibujo, o cualquier otra manifestación artística, como un suspiro o un amanecer. En este país hace falta más que un foro y financiamiento, hace falta compromiso del público con cada creador pues es sumamente difícil progresar cuando nos enfrentamos a una butaca vacía.

 

Finalmente, agradezco a cada uno de los lectores por seguir mis líneas, así como las de los demás colaboradores; gracias al equipo de la revista 13 de Abril, particularmente a Sergio Quintanilla, por esta maravillosa experiencia que me ha permitido reinventarme como artista, así como ver el arte de otra manera, de gozarlo profundamente y convertirme en una voz más para mostrar el arduo trabajo que hay detrás, el esfuerzo, la disciplina y hasta las frustraciones que se viven para llegar a lo que el público recibe.

 

Esperen las siguientes entregas que ya trabajo con entusiasmo. Seamos el factor de cambio, consumamos arte, frutas y verduras.

 

No solo practiques tu arte, sino que también entra en sus secretos a la fuerza; el arte lo merece, pues él y el conocimiento pueden elevar al hombre hacia lo divino.”

Ludwig van Beethoven.

 

EDUARDO VILLALOBOS

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Licenciado en derecho y licenciado en economía graduado con mención honorífica por la Universidad Nacional Autónoma de México; es músico egresado de la Escuela de Iniciación Artística número 1 del Instituto Nacional de Bellas Artes, y autor del poemario “Cartas a la Lluvia”. Actualmente, es maestrando en finanzas, por la Universidad del Valle de México.

Correo: mevo_vook@hotmail.com                FB: Edward Wolvesville

 

 

 

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