Dedicado a Luis Londres, Ricardo Martínez y Pedro Pérez
¿Qué es el arte? A menudo me hago esa pregunta sin poder responderla, por más que busco definiciones. Entre expertos no hay consenso. Debo decir que no me refiero a una definición formal, como las que proporciona la Real Academia Española, sino a una que satisfaga la profundidad del concepto, para saber si es artista sólo quien acude a la escuela de arte, o aquel que hace del arte una escuela, de vida, emociones y pensamientos que de otra forma no podrían ser expresados, incluidos aquellos que desahogan la ira ante la injusticia.
Como dicta la sabiduría popular, en la cual a menudo confío (sin dejar de lado mis habituales comprobaciones con datos duros), los viajes ilustran y abren la mente para derrumbar las barreras de nuestro juicio; en otras palabras, específicamente las de Marcel Proust, “El único verdadero viaje de descubrimiento consiste no en buscar nuevos paisajes, sino mirar con nuevos ojos”. Así, por azares del destino, fue justamente lo que me sucedió cuando, entre el aroma a puro y la rumba de las calles de la Habana, Cuba, tuve el enorme placer de coincidir con Luis Londres, un talentoso caricaturista que transforma la peculiar vida diaria de la Isla en una forma de arte diferente, centrada en el humor y la protesta, más allá de la estética. Es esta experiencia la que hizo plantearme de nuevo las preguntas antes expuestas; es la razón por la cual escribo estas líneas, como una de tantas repuestas.
Luis, el Sujeto sin Predicado -como se llama a sí mismo en tono de broma- tuvo una infancia complicada, marcada por severas carencias económicas y otros problemas asociados que lo llevaron a madurar desde temprana edad; quizás la razón por la cual tomó como bandera la protesta. Un día, por casualidad, con apenas siete años, vio en una biblioteca una convocatoria para un concurso de dibujo. A pesar de las dificultades, logró inscribirse, comenzó a dibujar y, sin esperarlo, resultó ganador de aquel concurso. Sin embargo, ante la falta de recursos, así como un seno familiar fragmentado, no tuvo otra preparación que la escuela de la vida. Consciente de su talento, inició con dibujos de personajes imaginarios, en el suelo, en las paredes, en donde mejor le parecía; con el tiempo aprendió a plasmar en hojas de papel todo cuanto llamaba su interés en las calles del corazón de Cuba, los colores, la calidez de su gente, de los visitantes y hasta aquello que de lo que no se habla en voz alta pero vibra en sus gargantas, como la política, los problemas sociales, las injusticias y los anhelos, porque incluso la más grande amargura con un buen ron y son se endulza. Así fue como Luisito creó su propio lenguaje a través de sus caricaturas, cuyo propósito es, en sus palabras, defender los derechos humanos y criticar fuertemente, con humor, la corrupción del sistema, sin texto alguno, para dejar que la percepción de los curiosos haga el resto.
Para Luis hacer caricaturas es algo más que una forma honrada de ganarse la vida, es la voz de quienes viven en silencio, rodeados de mentiras; por ejemplo, recientemente impulsó una exposición para manifestarse en contra de los efectos negativos del gobierno del expresidente Donald Trump. Lamentablemente, aunque el trabajo fue de gran calidad, ninguna galería cubana la aceptó, por miedo a la censura; no obstante, su trabajó continuó difundiéndose en el recinto más grande para el arte urbano: las calles. Cabe mencionar que su arte no se enfoca en una ideología, sino en crear consciencia de la constante injusticia, como la corrupción o la delincuencia; por ejemplo, hablando de su realidad, considera que el mayor bloqueo (haciendo referencia al bloqueo económico) está dentro, en la sociedad y sus “representantes”. Así, aunque con el riesgo que ello implica, también ha hecho caricaturas sobre diversos temas que van desde el racismo hasta el régimen político instaurado por el mismísimo Fidel Castro.
Pero nuestro artista no se limita a los tópicos que normalmente expresa en sus dibujos; además de su enfoque crítico, también disfruta de hacer caricaturas de turistas, sin mayor interés que la inigualable satisfacción de recibir una sonrisa sincera del viajero a quien le entrega su trabajo, gratis o a cambio de alguna moneda, pues “Eso vale más que todo el dinero del mundo porque no todo el mundo entiende el arte”.
Si un día el viento los lleva a las maravillosas tierras cubanas, no duden en dar un paseo alrededor de la legendaria Bodeguita del Medio, seguramente encontrarán a Luis Londres, Luisito, dispuesto a inmortalizar con su lápiz el momento.
Los invito a disfrutar de la breve muestra de dibujos que acompañan a este artículo, entre los que se encuentra un retrato que hace tiempo me regaló y que se los comparto con gusto.
Finalmente, para cerrar el trabajo de este mes, cito al artista que jamás acudió a la escuela pero que en su día a día genera más arte y contenido de lo que hoy se espera de las tendencias; cito al artista autodidacta que nos hace replantearnos tal concepto pues ¿Qué es un artista sino aquel que expresa sentimientos en las formas más bellas? ¿Qué es el arte sino una versión sublime de las virtudes humanas? Aquí sus palabras:
“Nunca es tarde. El mundo debe saber que tenemos derecho a cambiar y ser mejores. Transmito mensajes de reflexión con los que llamo al hombre a buscar nuevos horizontes, sanos y fructíferos. Confío en el destino y sé que nada me pasará”
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EDUARDO VILLALOBOS
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Licenciado en derecho y licenciado en economía graduado con mención honorífica por la Universidad Nacional Autónoma de México; es músico egresado de la Escuela de Iniciación Artística número 1 del Instituto Nacional de Bellas Artes, y autor del poemario “Cartas a la Lluvia”. Actualmente, es maestrando en finanzas, por la Universidad del Valle de México.
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