Poemas Navideños. Por Vanessa Carlos

POEMAS NAVIDEÑOS

 

Vísperas con pulso en expansión

 

Agrietados

en un mar

de luces navideñas

entre sábanas nocturnas

esencia de vainilla y frutos huecos

 

Sumergidos

en las profundidades

del vino tinto

un par de versos copulan

para engendrar nuevas estrellas

 

Encienden antorchas

ebrias de cariño

y calientan las manos al invierno

(el fuego cura

pero quema primero)

y hacen el amor como espaguetis

vuelan sobre la cena

encima del pavo y del puré de mamá

 

 

Un corazón

eyacula notas

el otro percibe cantos celestiales

después del éxtasis

colocan manteles

enfilan los cubiertos

según el número de dientes

sobre la mesa

y esperan

esperan sentados por el postre

 

Navidad es ambigua

hay un sabor agridulce en el ambiente

están los cuentos de Charles Dickens

(y siempre recuerdo

la carta que Kafka escribió a su padre)

 

Amantes de la palabra

el par de versos vuela emancipado

en una nochebuena con pulso en expansión

 

A fin de cuentas

el año nuevo siempre llega antes

y el rencor es una ofrenda

que deshacen los colmillos del viento

 

Prusten

 

Una cicatriz

nocturna

camina

sobre los

pétalos del agua

 

montada

en un tigre blanco

en un tigre blanco

montada

enciende

las arterias de la noche

a su paso

 

Devora

su reflejo

de montículo

lunático

 

germina

un

bramido

en expansión

 

Una herida

concéntrica

chapotea

en silencioso

menguante

 

montada

en un tigre blanco

en un tigre blanco

montada

una cicatriz

nocturna

se desnuda

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Santa, el joven espigador

 

A pocos minutos del crepúsculo, vi a Santa Claus caminar rumbo al baldío de la manzana hasta perderse en callejuelas. Empujaba un carrito y portaba un gorro escarlata con una gran pelusa blanca en el vértice de la tela deshilachada. Hurgaba y recogía entre la basura lo que parecía aún tener vida útil, hasta que armó su carga perfecta, y siguió su camino con el carrito pleno de sacos plásticos que rebasaban su constreñida altura: bolsas saturadas con guantes de látex rotos, embadurnados en jalea, cubrebocas desgastados con la esculpida nariz aún presente, torundas ensangrentadas, agujas de bisel achatado, frasquitos con olor a anestesia en su interior.

Quiero pensar que eran regalos sin moño y no deshechos del hospital cercano a mi casa. Las juzgadas sobras para unos, son tesoros para otros. Era Papá Noel en los huesos, con brotes adolescentes en el rostro, quien tiraba entusiasmado de aquel trineo. Los ojos desdeñosos que advirtieron su presencia se partieron en dos; unos a la izquierda, otros, a la derecha (como las aguas del mar rojo para dar paso a Moisés). Lucía radiante. Dios estaba en su sonrisa. Quiero pensar que aquellas bolsas, eran presentes para niños menores; claro, con menor suerte que la de Santa, el joven espigador, en busca de su tierra prometida.

 

 

 

 

 

 

Esperanza negra

 

Finjo estar dormida

para que el gato negro

(el de las calles muertas)

brinque y coloque sus finas patas

sobre el alfeizar de la ventana

y penetre en la sala quieta

coma

y beba

de los platos

que he puesto para él

 

Como cada noche

desde que mi padre

abandonó la casa

un gato negro

brinca

y encuentra a una rota familia

sin buscarla

y pasa la noche

encima de las sábanas

frías sábanas que dejó mi padre

 

Sombra oceánica

en el devaneo

de resoplidos entrecortados

y maullidos ausentes

el gato negro

perdido en el abismo del ensueño

desaparece antes que el sol

teja sombras

a su paso por la tierra

 

Un gato negro

es el amor que jamás llegó a mi vida

la esperanza negra

que mi madre sufre mientras llora

para que mi padre

regrese en navidad

con sus ojos cetrinos

envueltos

en su negrura satinada

 

Vanessa Carlos

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Poeta y médico cirujano. Maestra en filosofía e historia de las ideas. Doctorante en Artes en teorías estéticas por la Universidad de Guanajuato.

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