Conozco el oráculo
Pero no la causa.
He leído el porvenir a tiempo
Antes de que se encarne
Y lacere mi piel,
Pero la causa aún yace
En las sombras.
Sé que me he delimitado
A la palpitación
De algunas figuras retóricas
-Estofa de los sueños-,
Y sé que el pasado cambia.
Pero de lo que me empuja
Sólo intuyo que no tiene que ver
Con lo que me encuentro
En el camino
Sino con el paraíso perdido
Que nunca existió.
Algo tomó el lugar del Edén.
Qué mirada sostiene la escena
Dentro de este baile de miradas,
De juegos de espejos
En que nos engarzamos
Unos a otros.
Por qué el enigma es una mirada
Que se cubrió de palabras
Para evitar el marasmo.
Hay un capítulo que falta
En esta historia.
Será acaso que el inicio
Se escribe a posteriori,
Sobre un relato
Que avanzó sin tener
La primera piedra sobre
La que se edifica nuestro mundo.
Habrá que escribir el vacío,
La oscuridad
Y el silencio.
*
Le quise dar la espalda
A un recuerdo,
Me avanzó por el cuerpo
Y se clavó en mis ojos.
Me vestí de silencio.
Dejé un caracol en mi cama
Que guarda el sonido
Del mar.
Lo he ignorado
Desde que mi morada
Terminó sus nupcias
Para aguzar
Los sentidos.
Me he batido en duelo
En el lecho menos esperado,
En el corazón
De historias ajenas.
Me convertí en escucha,
En abrazo,
En piel a la deriva.
Y llegará la noche
En que me arranque
Los ojos.
*
Existen lugares de no lugar,
Donde somos siempre ajenos.
Excursión temporal que nunca
Se ha de volver familiar:
El espacio sobre el firmamento,
El misterio de los felinos,
Lo femenino
Y otro cuerpo.
Estos dos últimos
Acompasados
Y cualquier intento
De asirlos es errante.
Son los no lugares por excelencia.
Cómo abordar lo femenino
Y cómo abordar otro cuerpo.
Descender del monte de Venus
No tiene un punto unívoco,
Hay algo deslocalizado
Que acontece,
Ya que sobre otro cuerpo
Se genera un oleaje
Como en un mar
Embravecido
Que luego vuelve a la calma
Sin que haya huella de la tempestad
Que ocurrió en cualquier no lugar
A lo largo del cuerpo.
Hay que realizar las imágenes
Para que lo carnal
Que excede al lenguaje
Nos deje palpitantes y sin respiro.
Y aún habiendo atravesado todo fantasma
Quedará un confín
Que suple el encuentro
Donde sólo hay exilio.
Vislumbramos su efecto
Sobre el que escribe
Causado por la otredad
De lo femenino
En el eco,
Entre las líneas de la escritura.
Es evanescencia cambiante,
Oquedad de mil máscaras
Que al mirarnos a los ojos
Nos obnubila y se esfuma.
GUILLERMO PEREGRINA
Originario de la ciudad de Culiacán, Sinaloa; es docente en la Cátedra 2 de Psicopatología de la Universidad de Buenos Aires, Argentina; se dedica al psicoanálisis, y en el año 2018 publicó un libro de narrativa que se titula Esquirlas.