Fragmentos de instantes vuelven del olvido.
Fragmentos de rostro pálido, confusos, que adquieren forma cuando se les suman otros fragmentos de sonidos, de imágenes, de presencias y ausencias.
Han estado surgiendo de su entierro, y vienen a mí que no los espero, pero se me da por quedarme quieto y buscar un poco más, una vez que llegan, debajo de esa tierra oscurecida por los años.
Huéspedes remotos del desván.
Acontecimientos con coordenadas nuevas cada que emergen.
Mi padre no es la misma versión cada vez que algo convoca su presencia o su recuerdo.
Años de un proceso de diván.
He llegado al punto de abandonar sin disgusto palabras que no nacen precisas -lo que ocurre casi todo el tiempo. Se habla distinto, se recuerda distinto, hay música y entonación en la sintaxis.
Hasta los recuerdos tienen notas sostenidas y silencios.
Se llega al sin sentido, se dice y se vuelve a decir un fragmento de pasado, o de presente que repite el pasado, y se desgasta, se transforma, se asume una nueva postura y advienen formas constantemente.
Aunado a esto, la memoria se vuelve afecto. Un torrente, flujos de estados anímicos causados por el recuerdo. Se crispa el alma, se vive con furia y se pasa a un estado exaltado, vibra. La marea sube, baja y se desplaza hacia los lados.
Es otro estilo la multiplicidad del afecto que reside en el cuerpo y repercute en los actos.
La subjetividad es una caja de resonancia.
*
Hay idiomas que no he de hablar,
Los oigo como un sonido constante,
Sin elementos diferenciados,
Y sé que no despiertan su alma en mí
Y doy la vuelta y me alejo.
Pero hay idiomas que me arropan,
Con ese ropaje de lo cálido
En noches frías.
También hay idiomas naciendo,
Me acerco a ellos con la curiosidad
De un niño que descubre un nuevo
Mundo,
Una pradera amplia donde correr con
Libertad.
Hay idiomas
Ajenos al materno
Que son como el inicio
De una amistad o un amor.
Lo que presiento que está por inventarse
Es el idioma que tenderá un puente
Entre mi lengua privada
-Pastiche de la vida-,
Y la senda multiforme de los otros.
Un idioma engendrado en un sueño
O un despertar
Que diga las veces de lo irrepresentable
A través de una sintaxis artística,
Donde el sentido sea
Un efecto secundario
Y lo menos importante,
Y donde el delirio nos una
Y nos distancie en el mismo movimiento
Y deliremos cada vez mejor.
*
Hay un lugar de la absoluta soledad de la palabra,
Donde el decir no llama al Otro.
Hoguera del lenguaje
Que ardió intentando atrapar las formas
Quedando en cenizas.
Es el rostro visto en un reflejo
Prolongado en el tiempo
Que hace que pierda su representación.
El decir y las vueltas dichas
Que hacen surgir el vacío.
Salir de la inercia
Y aun así no avanzar más allá de dos líneas pulidas
Pero precisas.
Flecha certera
Abismal
Del arrullo que nos acompaña desde el primer canto,
Y resuena
Y se inserta en la vida
Para enunciar que ése es nuestro hacer
Y no hay más.
Y quizás
Después de atravesar el mar
Y el desierto
Surja un nuevo decir
GUILLERMO PEREGRINA
Originario de la ciudad de Culiacán, Sinaloa; es docente en la Cátedra 2 de Psicopatología de la Universidad de Buenos Aires, Argentina; se dedica al psicoanálisis, y en el año 2018 publicó un libro de narrativa que se titula Esquirlas.
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