Por David Octavio González Rincón
¡LLEGÓ EL MÁGICO CIRCO DE MARCELO AL PUEBLO!, resuena desde una desgastada bocina animando por las calles, se escucha el siempre conocido tema musical de circo, se promete un espectáculo único e irrepetible, repleto de magia, alegría y diversión para toda la familia.
Marcelo es un hombre de los que no duran mucho tiempo en un mismo sitio, este circo lleva su nombre por un notorio motivo, él es el dueño, pero es también el boletero, atiende la dulcería antes de iniciar, al intermedio y por supuesto a la salida, él en sí es un hombre espectáculo.
Suena la música de circo. —Ahora para ustedes, pido un aplauso caluroso para el ¡maaaago Marcelo! Marcelo mueve rápidamente el único reflector del circo al centro de la pista, para después correr y colocarse él mismo ahí, seguido de sacar una paloma del sombrero, aparecer unos pañuelos atados uno tras de otro y un conejo fugitivo que aseguran salió de su tobillo.
En un momento aparece, pero esta vez caracterizado del payaso-domador de leones flacos, para muchos parece imposible imaginar como hizo para levantar la pesada jaula, encaminar a los escuálidos felinos, cambiarse de ropa y maquillarse en tan poco tiempo, quizá ahí radica la magia verdadera de este circo; los perezosos leones que apenas rugen, no dan señal de que pudieran hacer alguna suerte de truco.
Al intermedio, un delicioso olor a palomitas de maíz invade la sala y para venderlas, Marcelo. Después, oscuridad, se escucha como aterriza desde lo alto una oxidada esfera de metal, después a lo lejos una motocicleta arranca.
—¡Es Marcelo! —exclamó un niño con gran ánimo, para el resto del público no significaba motivo de sorpresa, el cirquero ya está dentro de la jaula con un traje de piel estampado con su nombre en letras metálicas, conserva algunas marcas del maquillaje de payaso que el sudor no ha borrado todavía, enseguida se cierra la jaula y comienza a tomar vuelo hasta dar vueltas completas dentro, no falta quien le grite: —Se necesitan dos o más, Marcelo para este acto, eres es un fraude.
Los abucheos se hacen presentes, Marcelo está listo para el gran final que dejará a todos boquiabiertos, los nervios le recorrían la piel, el público de esta noche era un público difícil. Se apagan las luces y dirigiéndose al público nuestro anfitrión pide la presencia de una persona para participar en el lanzamiento de cuchillos, se escucha silencio en la arena del circo, el reflector recorre las gradas, titilando por un momento se detiene sobre la cabeza del único niño que se mantiene a la expectativa.
—Un aplauso para nuestro valiente párvulo —exclamó Marcelo, la gente presente aplaudió por inercia, mientras que el niño subía a un banquito utilizado para realizar el acto con leones. El niño deslumbrado por la intensidad del reflector directamente en su cara y ensordece por el redoble de tambor que realiza Marcelo, momentos antes de tomar los cuchillos y disponerse a lanzarlos, silencio otra vez.
Primer cuchillo, ¡plap! justo en la esquina inferior a la derecha del niño, aplausos se escuchan, siguiente lanzamiento, ¡plap! cerca del hombro izquierdo del niño, quien aguantaba la respiración, aplausos más fuertes esta vez; Marcelo sin dudarlo tanto vio su oportunidad de recuperar al público, sacó una brillante manzana de utilería y la colocó sobre la cabeza del niño.
—Me llamo Marcelo también —replicó el niño mientras cerraba los ojos en espera del lanzamiento del último cuchillo de la función. Marcelo tomó vuelo, mientras el público contenía la respiración en un momento tenso y no lo lanzó, se escuchó una especie entre suspiro y gritos de emoción, una vez más Marcelo toma impulso y en una maniobra inesperada en un giro lanza dos cuchillos, uno de cada mano, ¡plap!, ¡plap!, un cuchillo pegado a la cintura del niño y otro en la oreja y un chorrito de sangre, cae la manzana al piso.
—¡SALIÓ ILESO! —anuncia Marcelo, únicamente lo rozó, entre que el niño comienza a llorar, se escucha el golpe de otro cuchillo a los pies del niño. —Es un truco —gritan desde las gradas más próximas.
El público enloquece e intenta atrapar a ese rufián que hacía trampa, en su paso comienzan a destrozar el circo, Marcelo sin titubear saca los cuchillos que tenía escondidos entre la ropa y comienza a lanzarlos contra las cuerdas que mantienen la carpa alzada, una cuerda tras otra se van soltando y la tela de la carpa cae sobre la gente, Marcelo huye entre la confusión, pero la gente se queda esperando.
—En cualquier momento o algún día tiene que regresar a recoger su circo, nadie más viene con él y entonces, lo va a pagar.
David Octavio González Rincón
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Originario de la ciudad de Sinaloa, radicado en San Luis Potosí, egresado de la Facultad de Ciencias de la Información de la UASLP, bibliotecario, conferencista, moderador de mesas de lectura, presentador de libros y promotor de la lectura; cuenta con más de doce años de experiencia con círculos de lectura, fundador de “Letras Vivas, círculo de lectores” en librería Porrúa, realizó sesiones de “Charlas entre Lectores, en miércoles de letras” en colaboración de la Dirección de Turismo y Cultura del H. Ayuntamiento de San Luis Potosí en Junio 2018.
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