CRONICAS NO MARCIANAS. Durmiendo entre groupies

Parte 2

Detrás de ese aliento a alcohol y ese perfume que tan familiar me parece, percibo una mirada curiosa y coqueta que se oculta en esos lentes semi obscuros, los cuales se baja un poco para mirarme bien. Se hace a un lado el cabello negro y rizado de la frente, y me dice:

  • ¿Yo te conozco? ¿verdad?

Soy el peor fisonomista del planeta. Cuando alguien me pregunta eso, normalmente no se quienes son, al menos no en los primeros segundos; pero sí hay algo de familiaridad en ella, esa conexión que existe entre los que vivimos dentro de la vida artística, ya sea como creador o espectador, es sutil aunque presente. Sabes que hay una huella energética que se queda grabada en cada persona con la que has compartido tu arte, y que, si brillara esa huella, habría momentos que estarías lleno de muchísima luz a tu alrededor.

  • Perdón, pero no recuerdo donde pudo haber sido, aunque podría ser que sí

Casi nunca aviento la carta del musico o el insinuar que me vieron tocando, así que dejo que su memoria nos diga donde fue, hasta que todo empieza, muchas veces, de la siguiente forma.

  • ¿Tu tocas en una banda? ¿verdad? Yo te vi tocando en la Condesa hace un par de años.

Así comenzamos a platicar afuera del centro comercial. La platica nos fue llevando a otras cosas. Eventualmente, comentarios mas directos, sonrisas interminables, empujones leves, miradas eternas y penetrantes, de esas que pueden hacer enardecer hasta el momento más frío de cualquier funeral.

Después de un buen rato, intercambiamos números de teléfono, para continuar nuestra conversación en otro momento; misma, que no tardo más que unas horas para volverse virtual. Con ese extraño ritual de conversaciones sin sentido, hasta convertirse en algo personal, que cada momento perdía más su recato, esa barrera que ponemos, aunque entre líneas sabemos que solo es meramente un trámite social y cultural, algunas veces. Decidimos que nos veríamos otra vez, para ir a comer algo y conocernos un poco más, el siguiente fin de semana. Y así, nos alcanzó el día de la cita.

Llegó al punto acordado, vestida totalmente de negro, sin nervios, solo alegre y segura de sí misma. Ahora, pude notar tatuajes que combinaban perfecto con la vestimenta de esta ocasión; uno en la parte de espalda baja, arriba de la cintura, y otro, en la parte alta, en la base del cuello y sí, un perfume que aun ahora todavía recuerdo.

No alcance a preguntar donde quería comer, cuando con una iniciativa veloz, me señaló el lugar al que iríamos, cosa que me pareció adecuada. Una cafetería con muchos comensales y bastante popular. Nos sentamos en dicho lugar y pedimos nuestras bebidas, yo no bebo café, así que pedí un té chai, para disfrutar la próxima charla y el momento.

Recuerdo que empezó de manera muy directa, hablando sobre lo agradable que le pareció que nos hayamos visto este día. Pensó que, quizás, le daría vueltas para vernos de nuevo, lo cual, se me hizo extraño, pero lo entendí. Nuestra conversación iba muy bien y agradable, cuando de repente, se acerca a la mesa una chica igualmente vestida de negro, más dark que rockera, y se dirige a mi acompañante, diciéndole

  • Perdón por llegar tarde wey, había mucho tráfico en la avenida que da al metro.

La recién llegada, la saluda y se abrazan. Inmediatamente después, se acerca a saludarme y procede a sentarse junto a su amiga; ahora tenía a las dos de frente. La amiga, que acababa de llegar (la cual por el momento llamaremos Adriana), se veía más seria, cabello negro mezclado con unas luces rojas, mirada penetrante y actitud más dominante, por así llamarlo.

Mi acompañante inicial, que igual, llamaremos Mónica en este momento, se puso a cuestionar a Adriana sobre cómo había estado su día. Ella contó que en su mayoría fue aburrido, pero ya hasta casi a la hora de la salida mejoro un poco, porque llego un señor bastante atractivo con el cual ella trabajaría mañana por la mañana. Mónica asintió y, le dijo, que al menos estaría más entretenida mañana. A lo cual, Adriana, respondió que el susodicho tenía un cabello muy cuidado todo platinado, que le gustó mucho. A lo cual yo dije

  • ¿Trabajas de estilista Adriana?

Mónica, se rio y acto seguido, Adriana, me vio con una sonrisa extraña y respondió

  • No Josh, trabajo en la morgue. A veces, es muy cansado porque llevan mucha gente aburrida, pero hay otros, con los que puedes platicar muy bien, como este señor, que se ve interesante, grande pero atractivo y se ve que es bueno para escuchar.

Yo, escuchaba atento lo que me decía y contaba sobre su trabajo.

Algo que, quizás, como musico he aprendido, es a manejar y controlar mis emociones. Aparte de que siempre he creído que mi capacidad de asombro se ha vuelto muy baja; quizás la edad, la experiencia o la misma mente que ya tengo acostumbrada a varias situaciones. Mientras la escuchaba, Mónica sonreía, solo viéndome, como esperando una reacción de mi parte; incluso, ahora pienso que, la emocionaba el que quizás me escandalizara o me horrorizara de lo que escuchaba de su amiga, y solo estaba atenta a mis reacciones. Era interesante ver ese cuadro frente a mí: una seria y fría, aunque de repente con bromas mórbidas; y, la otra, callada, sonriente de oreja a oreja, disfrutando cada sorbo de su café, sin dejar de verme y casi sin parpadear, con esos ojos cafés muy abiertos.

Creo que, Adriana, al ver que no me inmute al escuchar algunas de sus anécdotas, se sintió mas en confianza y se rompió parte de ese hielo típico de primera impresión, platicamos los tres por unos 20 minutos más, hasta que Adriana dijo:

  • ¿Vamos por unas chelas no?

Mónica asintió y yo igual. Solo me levanté para ir al baño antes de irnos. Quizás, debería haber cuestionado el hecho de, que lo que pensé que sería una cita de 2 personas, se convirtiera en una de 3, pero no le di ninguna importancia. Regresé del baño y las vi platicando muy cerca. Al momento de pasar junto a ellas, vi la mano de Adriana sobre el muslo de Mónica, cosa que igual, me daba un poco mas de claridad de la amistad y relación de confianza que ellas dos podrían tener. Pagamos la cuenta y nos dirigimos al carro de Adriana. Me senté en la parte de atrás e íbamos platicando de todo y nada a la vez; salió de nuevo el tema de la música y, Adriana, me dijo que ella, me vio tocar más veces que Mónica, pero nunca se acercó a mí en esas ocasiones.

Llegamos a un bar pequeño, rock de fondo; de esos que están escondidos en la ciudad de México que, por fuera, no tienes ni idea que hay, pero al entrar sabes que encontrarás cerveza, rock y comida, de esa que es solo para pasar el rato y de dudosa preparación. Nos sentamos en una barra hasta el fondo, pidieron una cubeta con varias cervezas, a lo cual, esta vez accedí solo a tomar un par. Con la primera cerveza, las dos se relajaron y el semblante les cambio mucho, ya parecían más alegres que una hora antes. Seguimos nuestra platica, bromas y hasta confesiones, como si fuéramos los grandes amigos de siempre. En ese momento, supe que Adriana había estado casada antes y se divorcio a los 2 años. Ellas, se conocían desde la prepa. Mónica, por su parte, hacia también traducciones de francés a español que combinaba con su apoyo a esa estación de radio por internet en la que colaboraba. También, intercambiamos experiencias de todo; incluso, momentos de anécdotas no tan gratas, pero llegó un momento en el que Mónica no me soltaba de la mano, y cuando lo hacía, era para dejar mi mano sobre su pierna.

Entre algunos besos que ella misma me robo y el buen momento que pasábamos los tres, se fue el tiempo. Mis intenciones de llegar temprano a mi casa evidentemente se esfumaron, hasta que ya con lo que ellas habían tomado, especialmente Moni, que fácilmente doblaba lo que tomo Adriana, ya estaba borracha. Adriana y yo nos miramos en un momento de complicidad y, dijimos al unisonó: ¡YA VAMONOS! Pedimos la cuenta y nos salimos al carro. En un segundo momento de complicidad, dijimos CENA, TACOS, COMIDA.  Así fue, de nuevo me senté en la parte de atrás del automóvil, mientras nos dirigíamos al primer puesto que encontráramos.

Durante el viaje hacia nuestros alimentos, Adriana, puso algo de música. En ese momento suena Desaparecido de Manu Chao, la cual, ella iba cantando y disfrutando mientras llegábamos a nuestro destino. He de reconocer, que esos tacos fueron una bendición en ese momento para los tres, el hambre ya estaba en un punto crítico.

Terminamos con todo lo que pedimos para saciarnos y nos regresamos al auto. Adriana, se sube al volante, mientras yo le abro la puerta a Mónica, la cual, sin entrar, me voltea a ver y cierra la puerta. Me da un beso y abre la puerta trasera para que me meta. Me meto y ella se mete detrás de mí, acurrucándose en mi pecho y abrazándome. Adriana y yo vemos la escena y, ella misma, me pregunta:

  • ¿Dónde te dejo Josh?

A lo cual Mónica, antes de que yo si acaso pudiera responder algo, contesta

  • En ningún lugar, el viene con nosotras. Vámonos a tu casa ya

Y de nuevo, antes de poder decir algo, Adriana, le pregunta

  • Wey, te quieres quedar con él en algún lugar?
  • Sí, en tu casa, ya wey arranca y vámonos

Adriana, me ve entre extrañada y desconcertada. Con señas me pregunta si vamos. Yo, igual de extrañado, le digo que sí; mientras la otra, aun abrazándome, repite de nuevo YA VAMONOS

Nos fuimos en dirección a Aragón, solo recuerdo que llegamos a un lugar que no ubicaba cerca del bosque. Adriana, vivía en una casa de 2 niveles. En la parte de abajo, al parecer, había una tienda de algo, solo vi la estantería blanca con cajas pequeñas, quizás cosméticos. Subimos al segundo piso y ahí estaba la casa. Tenía un aspecto muy esotérico eso sí, una mesita con un altar, una sala pequeña, cocina integral y 2 recamaras; una con un sillón y una mesa cuadrada y, la otra, con su cama y closet. Mónica, llegó a prender unos inciensos que aun recuerdo, Jazmín, esa esencia que inundo rápidamente todo el lugar.

Nos sentamos en la sala Mónica y yo. Se recostó y subió sus piernas en las mías para que le quitara las botas, mientras Adriana, ponía una cafetera y prendía un cigarro. Le quite las botas, las cuales, dejó a un lado del loveseat. Me abrazo de nuevo, pero ahora se recostó en mis piernas mientras Adriana, me ofrecía café, pero le pedí un té el cual me fue a preparar. No tardo ni 3 minutos en dármelo, cuando Moni ya estaba dormida. Adriana, la despertó para que se fuera a la recamara; ella, sin dudarlo, se paro y se fue a acostar.

  • ¿Te quedas con ella Josh? –  Me pregunto mientras tomaba su café y sacaba un tarot.
  • No, claro que no. Que se duerma y descanse, yo me quedo aquí despierto, en unas horas tengo que trabajar.

Se me quedo viendo. Supe que estaba pensando mil cosas en ese momento, cosas que se calló y que nunca sabré. Solo sonrió y me dijo, GRACIAS.

Sonreí de vuelta. Me llevó a la otra recamara, que era ahora una sala de lectura de tarot. Me dio el mazo y me pidió que lo barajara. Lo hice, sin mucha emoción, ya que, por experiencias previas nunca te dicen todo lo que sale o, lo que te dicen es erróneo y nunca pasa, pero al final, agradecí el gesto y me hizo la lectura.

La platica se alternaba entre 3 temas. Lo que salió en la lectura: la sugerencia de que considerara el camino místico como parte de mi vida y fuera mas presente, y, por supuesto, Mónica. Como buena amiga, me dijo que era buena chica, que había pasado por cosas no agradables, pero que solo necesitaba un poco de cariño y amor. Claro que le dije que, me gustaba, quería conocerla un poco más, que había disfrutado hasta ahorita las platicas y el irla conociendo.

Conversamos hasta el amanecer, entre bostezos míos y más tazas de café de ella. Como a las 7:30 de la mañana, me lavé la cara solamente y me despedí. Mónica, seguía dormida y, Adriana, se prepararía para ir a trabajar de nuevo. Al despedirme, me dio un abrazo y agradeció por todo la tarde, noche y madrugada que pasamos; con la promesa de volverlo a repetir. Le pedí que me despidiera de Moni y, que yo, como sea le mandaba mensaje y le llamaba. Salí de la casa y camine solo, meditando esto que paso. Aún cansado y sin dormir, sabiendo que me esperaba un día pesado por lo mismo; me fui satisfecho, agradecido por esta profesión que me ha dejado muchas cosas y personas buenas, e incluso ahorita, el olor a jazmín o escuchar Desaparecido, me transporta de nuevo a ese momento. Mónica, es una historia que será contada en otra ocasión; mientras en ese momento, seguía caminando, cuando llegó un mensaje a mi teléfono . . .

Josh Nébula

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Mexicano de nacimiento, musico profesional con más de 30 años de carrera, con estudios en el INBAL, Conaculta y Fonoteca Nacional. Principalmente involucrado en el rock original con varios discos grabados, también ha hecho participaciones en música par teatro, comerciales, cortometrajes y educación musical infantil. Cuenta, además, con estudios a nivel amateur en cine, tanto particulares como en el CENART. Apasionado cinéfilo y fanático de la gastronomíaTwitter @joshnebula                                                    www.facbook.com

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