El amor
como dos gusanos que se asoman y escurren
por las cuencas de los ojos
el amor amamanta la tierra con sus pútridos cuerpos
El amor
que muere en otoño
es el más sádico de todos los atentados
No habrá caricias invernales
no
ni amor en navidad bajo el ardor de las luces
Porque el amor
son dos gusanos
que se asoman y escurren por mis cuencas
imposibilitados para sujetar
lo profundo de tus ojos
con mi voz
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Rines cremados
¿Alguna vez las marchas dejarán de ser indigestivas?
Demiurgo de estrellas,
sol de flores,
jardines de galaxias,
atardeceres de
cempasúchil
Tu cuerpo devorado por la sombra.
El impacto
del tiempo
sobre el parabrisas y tus rines
cromados
Colapsas
y yo muero contigo
Ahora es tuyo el sendero donde las flores se
destruyen
con el camello de luz que atravieza el ojo de una aguja.
Cuenta la leyenda,
tus alas
y el rayo
cuidarán de este desierto endemoniado
en el que me dejas.
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Noche de muertos
Al tacto de tus muslos
me fragmentaba
en íngrimos orgasmos
Por las dagas de
mis piernas
escaló
un beso hasta mi boca
Cortó mi lengua la carne
Se desnudó
el hechizo
Ahora
hablo
la mitad de la verdad
La otra
miente
con la brutalidad de quien ha muerto
Vanessa Carlos.
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Poeta y médico cirujano. Maestra en filosofía e historia de las ideas. Doctorante en Artes en teorías estéticas por la Universidad de Guanajuato.