Mezquitales
Yo corría tan rápido como mis muletas lo permitían. La noche caía y la neblina oscurecía aún más alrededor del panteón Españita. Me detuve en un mezquite, agazapado me quedé ahí, esperando, nomás esperando. El hachazo que me habían dado por la espalda me empezó a arder, sentía como la sangre humedecía mi camisa y me dieron ganas de llorar.
Me acordé de cuando les decía a mis hijas, siendo pequeñas y dormíamos juntitos los tres: que no se llora por nada ni por nadie. Pero ahora sintiéndome aquí, sólo, sin saber a dónde ir y sabiendo de la amenaza de lo que me harán si no les pago, tan cerca del panteón, caigo en cuenta que sí, le temo a la muerte.
Aunque esté cojo y no tenga más que mi rancho, cenizo, seco, donde nada crece, y que dicen está maldito.
“Amigo, amigo ¿qué le pasa, porqué está tan asustado?”
“Me vienen siguiendo unos fulanos a los que les debo lo que me prestaron para la cosecha”
Verlo tan bien vestido, con su traje de charro y sus botones que brillaban en la obscuridad me dio confianza.
“No tengo con que pagarles y me amenazaron con llevarse a mis hijas, imagínese patrón eso es peor que la muerte”.
“Cálmese amigo, por aquí ya no hay nadie, solo estamos usted y yo”, me dijo con una voz que me inspiró más confianza y tranquilidad.
“Mis hijas son lo que más quiero (empecé a llorar), si me las quitan, me quedo solo en el mundo”.
Eran de oro sus espuelas y la botonadura de su traje. “Si usted me ayuda a pagarles yo estoy dispuesto a trabajarle lo que me resta de vida”.
“¿Está seguro de lo que me ofrece, amigo?”
“Claro que sí” le dije. Todo lo que tengo de valor son mis hijas y por ellas soy capaz de hacer lo que sea.
Lo siguiente que recuerdo es que me abrazó y nos fuimos caminando rumbo al panteón. La puerta estaba abierta, quien sabe por qué no estaba el enterrador. Entramos, y pues aquí también está la neblina de la pandemia, y mezquites, muchos mezquites, pero de repente sopla el viento, se lleva la neblina y me trae mucha paz, me calma, como cuando conocí a mi patrón. El trabajo no es pesado, solo cuido los mezquitales. Porque es lo único que hay por acá.
Algún día volveré a ver a mis hijas, porque sé que ellas están bien. Mi patrón me lo prometió.
Yolanda Loredo
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Integrante del Taller de Literatura del Instituto Potosino de Bellas Artes de San Luis Potosí